WOLA: Advocacy for Human Rights in the Americas

AP Photo/Silvia Izquierdo

9 Dec 2022 | Análisis

2022, un año de derechos humanos: “A pesar de la larga lista de retos, hay oportunidades”

El 2022 ha sido un año destacado en el mundo latinoamericano, tanto por sus altos como por sus bajos. Elecciones históricas presentaron nuevas oportunidades. El autoritarismo se propagó como un virus. Los movimientos sociales celebraron las victorias y se movilizaron ante las pérdidas. 

Para entender estos cambios y los desafíos que vienen, hablamos con Carolina Jiménez Sandoval, presidenta de WOLA, quien cumple su primer año al mando de la organización. Jiménez Sandoval compartió reflexiones sobre la agenda de derechos humanos en las Américas y los desafíos de cara al 2023.

1. ¿Qué palabra utilizarías para describir el estado de los derechos humanos en las Américas en 2022? 

Desafiante. Y no me refiero solo a las dificultades, que las hay en abundancia, sino también pensando en que podemos encontrar soluciones, lo que también es un desafío en sí mismo. Estamos enfrentando un conjunto de problemas, pero si logramos encontrar los enfoques adecuados es posible encontrar soluciones aun dentro de este contexto desafiante.

2. ¿Puedes darnos algunos ejemplos de cuáles han sido los principales retos de derechos humanos? 

Como región, desafortunadamente, hemos tenido muchas pérdidas. Empecemos por Estados Unidos. La anulación de Roe v. Wade es, tristemente, uno de los peores acontecimientos del año en relación a los derechos de las mujeres.  

También en Estados Unidos, las limitaciones a los derechos de las personas migrantes tanto por parte de gobernadores muy conservadores como de las autoridades federales, ha mostrado algunos puntos muy bajos en lo que se refiere a los derechos humanos. 

Otro tema preocupante es la profundización de la militarización en México, especialmente ahora que, el presidente ha avanzado en su plan de mover la Guardia Nacional, que se suponía era una fuerza civil, a la Secretaría de Defensa. Así que en este momento, México no tiene una policía federal, tiene una fuerza de seguridad militarizada perteneciente a la secretaría de defensa. 

El Salvador está sumergido en una gran crisis de derechos humanos. Lo que empezó en marzo como un estado de excepción supuestamente temporal se ha convertido en una norma permanente. Por desgracia, permite al gobierno detener a personas sin las debidas garantías procesales. Y, mientras hablamos, 57.000 personas han sido encarceladas. Si tomamos las cifras de la ONG Cristosal, al menos 80 personas han muerto bajo custodia del Estado entre finales de marzo y fin de octubre. Hay muchas denuncias de tortura, trato inhumano y degradante, y detenciones arbitrarias. 

Este año, Nicaragua volvió a celebrar elecciones. En este caso, fueron elecciones municipales, y el partido en el poder ganó el cien por ciento de todos los municipios. Así que es una historia muy reveladora de elecciones fraudulentas que tienen lugar bajo un gobierno donde, básicamente, no hay lugar para la democracia.

En Cuba siguen habiendo personas presas por motivos políticos, y se siguen celebrando juicios fraudulentos contra personas que fueron encarceladas por protestar. Estados Unidos, por su parte, no hace lo suficiente para mitigar y aliviar las sanciones que podrían apoyar a quienes en Cuba sufren la crisis humanitaria. Así que las relaciones entre EE.UU. y Cuba no mejoran realmente como nos gustaría mientras vemos que el gobierno cubano sigue restringiendo la libertad de expresión y otras libertades civiles en el país.

Hablando de presos políticos. Lo vemos en Guatemala. Lo vemos en Venezuela. Lo vemos en Nicaragua. No es un entorno fácil. Y aunque en Colombia hay un nuevo gobierno, continúan los asesinatos de líderes sociales. Las amenazas y la intimidación contra comunidades enteras de Afrocolombianos e indígenas en Colombia siguen produciéndose porque estos problemas son estructurales y muy difíciles de cambiar de un día para otro.

3. Han habido elecciones muy claves para la región, en contextos complejos. 

Sí. Las elecciones en Brasil y Colombia acabaron siendo ejemplos de casos en los que preveíamos situaciones extremadamente complejas que, finalmente, no sucedieron. 

En Brasil, temíamos que Bolsonaro no reconociera los resultados. Y en cierto modo, algunas personas dirían, bueno, realmente no lo ha hecho, pero finalmente ha dejado que la transición empiece a suceder. Aunque ha habido protestas pro-Bolsonaro en Brasil en las últimas semanas, no hemos visto nada similar a lo que vimos en Estados Unidos el 6 de enero, cuando hubo una clara insurrección que intentó detener el cambio de gobierno.

Lo mismo puede decirse de Colombia. También nos preocupaba mucho que saliera elegido un candidato muy antidemocrático y no fue así. Y de nuevo, hubo una transición pacífica del poder. 

Todavía tenemos que esperar a ver cómo se posicionan estos dos nuevos gobiernos (de Luiz Inácio “Lula” da Silva en Brasil y Gustavo Petro en Colombia). Se trata de dos contextos muy desafiantes, pero los escenarios eran tan alarmantes y tan difíciles, y había tanto miedo de que se produjera mucha violencia política que cuando vemos los resultados, es claro que las cosas están mejorando. 

Incluso en el caso de Venezuela, donde la gente puede sentirse a veces impotente y desesperanzada, hemos visto el regreso de las negociaciones. Esperamos que estas negociaciones conduzcan finalmente a mejores condiciones electorales para 2024, lo que ojalá conduzca al retorno de la democracia. Las partes ya han firmado un importante acuerdo humanitario que esperamos sirva para mitigar la crisis humanitaria. Este año, además, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas extendió el mandato de la Misión de Determinación de los Hechos para Venezuela. Este mecanismo ha sido fundamental para documentar graves violaciones de derechos humanos en el país, especialmente dada la ausencia de justicia para las víctimas a nivel interno. 

Considero que es importante fijarnos en los avances positivos para entender que, a pesar de la larga lista de retos, hay oportunidades.

4. A principios del año mencionaste cómo el virus del autoritarismo está afectando gran parte de América Latina. ¿Cómo evaluarías el estado de la democracia y su relación con el respeto a los derechos humanos en la región?

Está bastante probado que existe una correlación entre democracia y disfrute de los derechos humanos: a menor nivel de democracia, mayor posibilidad u ocurrencia real de violaciones de derechos. Queremos una América Latina democrática porque eso, a su vez, contribuye a que se puedan promover y garantizar los derechos humanos.

Lo que tenemos, sin embargo, es una América Latina en donde hay autoritarismos muy consolidados y otros que se están consolidando. Y sí, casi parece un virus que se reproduce. Porque empieza en un lugar y luego se esparce a otros, cuando líderes autoritarios deciden copiar prácticas de los otros autoritarios. 

Sin embargo, los resultados electorales en Brasil y en Colombia, por ejemplo, y los propios resultados de las elecciones de medio término en Estados Unidos parecieron demostrar que contra ese virus también se desarrollan vacunas. Y que la sociedad civil y la ciudadanía, la gente joven, las mujeres, las personas LGTBIQ+ son quienes logran prevenir el avance del autoritarismo en ciertos países.

Esto muestra la importancia de empoderar a la gente joven, a las mujeres, a la diversidad, y a los agentes democráticos de una sociedad. Las elecciones legislativas en Estados Unidos vieron por primera vez a una persona de la “generación Z” elegida como miembro del Congreso; no es cualquier persona, es un joven activista en contra de la violencia de armas. Se sabe que en algunos estados muy claves en donde se temían resultados muy desfavorables para las instituciones democráticas, la participación efectiva de los jóvenes votantes fue clave y de las mujeres como su modo de protestar por la sentencia de la Corte Suprema sobre Roe vs. Wade que en efecto les quita sus derechos sexuales y reproductivos, retrocediendo el reloj 50 años. 

Lo mismo pasó con Brasil, donde si bien llegaron al Congreso candidatos que no están a favor de la democracia, también se eligieron, por primera vez, a dos mujeres trans y a dos mujeres indígenas.

5. El 2023 y 2024 también serán años electorales en la región. ¿Cuáles son las expectativas, y preocupaciones? 

Sin duda vamos a tener en los próximos dos años uno de los escenarios electorales más complejos que se ha visto en las Américas en las últimas décadas. Estos años son clave, porque cuando uno ve la cantidad de países y el tipo de países que van a tener elecciones, se nota allí que son años que van a definir el futuro de la democracia en la región. 

Nos preocupa mucho El Salvador, donde el presidente Bukele, con una movida claramente anticonstitucional, ha anunciado que se va a reelegir, y en este momento, pues es muy probable que tenga esa reelección garantizada. Nos preocupan las elecciones en Estados Unidos, con el anuncio del expresidente Trump de que volverá a participar. Nos preocupa mucho las elecciones en Venezuela, donde en este momento no se cuenta con las garantías electorales necesarias para tener elecciones libres y justas. Nos preocupa México, donde el presidente López Obrador ha hecho un llamado a que se reforme el instituto nacional electoral, reformas que podrían debilitar la autonomía de un órgano que siempre tiene que ser autónomo del poder ejecutivo. La verdad es que nos preocupa Guatemala, donde sabemos que el gobierno usa la inhabilitación política para decidir de forma arbitraria quién puede participar o no en procesos electorales, garantizando así mantener a las elites usuales en el poder.  

Desde la sociedad civil nos toca defender tanto la participación política, quién pueden o no participar como candidates, como el ejercicio del voto como derecho humano.

6. ¿Y qué estará haciendo WOLA en ese contexto complejo? 

Algo muy importante para WOLA es fortalecer las voces de la sociedad civil de diferentes países de la región que promueven la democracia y el derecho a participar en elecciones y a elegir como derechos humanos, y que promueven que en sus países haya las condiciones mínimas necesarias para que una elección pueda ser considerada como libre e independiente. Entonces, seguiremos trabajando para asegurarnos de que esas voces están amplificadas tanto en la región como en los pasillos del poder de Washington. 

Más allá de las elecciones – porque las elecciones son un pilar fundamental de la democracia, pero también ya la región ha vivido desgraciadamente suficientes ejemplos de que puedes llegar al poder a través de elecciones y luego quedarte en el poder o totalmente destruir las instituciones democráticas que te permitieron llegar al poder – nos toca hacer trabajos de seguimiento a las agendas que los líderes electos implementan en sus países. No es suficiente con ser elegido democráticamente en una elección. Una vez que una persona asume la máxima autoridad de un país, tiene que respetar los principios básicos del estado de derecho para poder continuar siendo un líder o una lideresa democrática. Entonces continuaremos haciendo ese seguimiento. 

Por último, hay que hablar de América Latina tanto en sus temas individuales como en sus temas regionales. O sea, ver el bosque y ver los árboles, y definir qué tipo de bosque queremos y cómo se está construyendo un bosque que es próspero democrático o, por el contrario, un bosque que no es ni verde, ni próspero ni respetuoso de los árboles y su diversidad. Creo que a la región hay que verla en todas sus facetas, no solo país por país, sino también observar el estado de la región, entender cómo el hemisferio se va moviendo, y va cambiando políticamente a través de los años. Me parece que es un ejercicio importante. En ese sentido, creo que WOLA tiene el gran privilegio de ser una organización regional y de poder hacer eso: ver el bosque y ver los árboles.

7. Este año, tuviste la oportunidad de visitar varios países de la región, incluyendo Colombia y Brasil ¿Cómo crees que el cambio de rumbo político en ambos países va a impactar en los derechos humanos? 

Creo que una cosa que vas aprendiendo en este tipo de trabajo es que verdaderamente para que haya democracia, necesitas al menos dos cosas: instituciones democráticas que defiendan, que promuevan, que mantengan a la democracia; y demócratas – o sea, personas que ejerzan liderazgos democráticos. 

Pensando en Colombia y Brasil, claro que quienes han llegado al poder se enfrentan a contextos bastantes difíciles. Pero si ellos quisieran saltar reglas que son fundamentales para el estado de derecho, las instituciones tienen el rol de no permitir que el poder ejecutivo, se extralimite en sus funciones. Y de allí la gran importancia de las instituciones. 

En Brasil, todavía no se instala el nuevo gobierno, y en Colombia tiene bastante poco tiempo de instalado, pero lo que nos importa ver es que en ambos casos, a pesar de lo difícil del contexto, quienes estén en el poder sean personas que quieran ejercerlo democráticamente a través de la negociación, a través de la construcción de consenso, a través del respeto de las minorías y a favor del bienestar de la ciudadanía, fortaleciendo además las instituciones democráticas.

8. En el caso de Colombia en particular, el cambio de gobierno representa un giro importante con respecto a las relaciones bilaterales con Venezuela. ¿Cuáles son tus reflexiones con respecto a eso, y cómo puede cambiar la administración Petro esa dinámica?

Venezuela y Colombia son dos países que geográfica e históricamente están intrínsecamente unidos. Comparten una frontera grande e importante pero además hay una historia en común que les define mucho como naciones. Dicho esto, esa historia ha sido una historia difícil, y ha tenido muchos altibajos en los últimos años. Y esos altibajos han dependido bastante de quienes tienen las riendas del poder, y quienes al final se han visto afectados por este contexto complejo son los ciudadanos de ambos países. 

La relación es mutuamente necesaria: para Colombia, que apuesta a una política de la paz total que incluye lograr acuerdos de paz con las guerrillas como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) el apoyo de Venezuela es necesario. Y para Venezuela, mejorar la relación económica con Colombia, tener el reconocimiento del país vecino al gobierno de Maduro, es también tremendamente importante. Entonces, no es que solamente que uno de los gobiernos necesita al otro. 

Lo que sí es bastante diferente en este contexto es que el presidente Petro ha demostrado que no solo fue elegido democráticamente, sino que hasta ahora está gobernando con respeto a las instituciones democráticas. Aunque no siempre estoy de acuerdo con algunas de sus posiciones o comentarios, uno puede decir, en este momento, que Gustavo Petro es un demócrata. Eso no puede decirse de Nicolás Maduro, que es el máximo representante de un gobierno bastante autoritario. Y Venezuela, como ya sabemos, está siendo investigada ante la Corte Penal Internacional (CPI) por la comisión de violaciones a derechos humanos que pudiesen ser constitutivas de crímenes de lesa humanidad. Tristemente, Venezuela es el único país en las Américas con una investigación abierta ante la CPI.   

Entonces estos son dos tipos de liderazgo muy distintos. Lo que sí creemos es que Petro tiene un rol positivo que jugar en el sentido de promover que Maduro empiece a hacer concesiones para lograr garantías electorales que permitan a la oposición política venezolana participar en unas elecciones que sean una verdadera opción de cambio en 2024. Son muchas las cosas que probablemente tienen que pasar para que Maduro dé esas concesiones a la oposición y al país como tal. Y creemos que en ese sentido Petro tiene un canal de diálogo con Maduro que no tienen muchos otros líderes y que puede aportar a esas soluciones. Lo que sí esperamos es que el presidente Petro también escuche a la sociedad civil venezolana. Que cuando haya discusiones bilaterales, o incluso en algún foro multilateral sobre la situación de los derechos humanos de Venezuela, sean las voces de las víctimas y de la sociedad civil de Venezuela, junto a las ONGs internacionales que llevamos años trabajando y acompañando a los grupos venezolanos, quienes informen la posición del gobierno de Petro sobre este contexto.

9. Hablas de la crisis humanitaria en Venezuela. Esa crisis está detrás de muchos cambios en las dinámicas migratorias en la región, protagonizadas por muchas personas que se vieron forzadas a salir de Venezuela. Aunque es una situación que está cambiando constantemente, ¿qué puedes contarnos sobre el gran cambio en la cara de la migración? 

Yo creo que el 2022 fue el año en el que el mundo se enteró de la tragedia del Darién

Las rutas migratorias de América Latina son conocidas. Había, por razones históricas, mucha información sobre la ruta de Centroamérica, México, Estados Unidos, incluyendo información sobre la pesadilla que es esa ruta, el viaje que hacían miles de migrantes arriba de un tren conocido como “la bestia”, las masacres de migrantes que siguen ocurriendo en México con impunidad, los secuestros. Esa es una realidad conocida, y muchas de las violaciones de derechos humanos que sufren personas migrantes en esa ruta aún continúan.  

Hasta hace relativamente poco tiempo, el Darién se consideraba una selva impenetrable. En el 2021 comenzó a ser más usada como ruta migratoria por migrantes haitianos que venían de Chile y Brasil para intentar llegar a Estados Unidos y en menor medida por personas de Venezuela y de Cuba, entre otras. A finales del 2021 y en el transcurso de este 2022 esa situación fue cambiando hasta convertirse en una zona de tránsito, principalmente, aunque no exclusivamente, de personas venezolanas. 

Con el incremento en el número de personas cruzando la selva se comenzaron a escuchar más y más historias de abusos, de muerte, de trata de personas migrantes, incluyendo terribles testimonios de violencia sexual de la que son víctimas mujeres y niñas. El hecho que el Darién continúe siendo un lugar de tránsito aún con los peligros que representa muestra el grado de desespero de quienes se ven forzados a transitar esta ruta. 

Y ¿quiénes son las personas que están haciendo ese viaje? Cuando uno ve los datos de las personas que están cruzando la frontera México-Estados Unidos, se da cuenta que el 2022 es el año en el que tanto venezolanos como cubanos están entre las cinco primeras nacionalidades de quienes llegan a esta frontera. Y ese es un cambio bastante importante en la demografía de esa migración. Los datos muestran que hay un incremento, por ejemplo, de personas que vienen de México después de varios años en los que se había visto un decrecimiento de la migración mexicana hacia EE.UU. Hondureños, guatemaltecos, y salvadoreños también siguen saliendo de sus países y muchísimos necesitan protección internacional, por supuesto, pero las cifras de  personas de Cuba y Venezuela han tenido un incremento histórico. Eso muestra que lo que era considerado “una crisis sudamericana” es ahora una crisis de movilidad humana forzada a nivel hemisférico.

10. ¿Cómo evalúas las respuestas que está dando la administración Biden y el gobierno de Estados Unidos en general a la situación migratoria y de solicitudes de asilo?

Yo creo que ha sido bastante improvisada y ciertamente decepcionante. Hay que recordar que el 12 de octubre, el gobierno de Biden dijo, “Bueno, el Título 42  ahora va a ser extendido a personas venezolanas” (lo que efectivamente les bloqueó la entrada a Estados Unidos) y además añadió que la decisión comenzaba de “inmediato”. Esto generó un efecto dominó en toda la región que impactó muchísimo a las personas que ya estaban en movimiento a través de distintos países y se quedaron “varados” o detenidos en países de tránsito, la mayoría en situaciones muy precarias. La medida mostró muy poca planificación y muy poco estudio del impacto que iba a tener sobre familias, individuos, etcétera, a pesar de que intentó a través de un programa humanitario dar una visa a 24,000 personas como manera de paliar o de mitigar la extensión del Título a 42 personas de Venezuela. 

En todo caso, yo creo que podemos afirmar que la política migratoria de Biden ha estado más enfocada en la contención que en la protección. Sigue siendo difícil solicitar asilo en Estados Unidos, sobre todo en la frontera, entre otras razones porque el Título 42 se volvió  la regla, la norma, para contener flujos migratorios. A pesar de que, obviamente, ya no hay una situación de salud pública que la haga necesaria – al punto de que un juez finalmente dijo que era una decisión absurda y arbitraria. 

Y bueno, estamos esperando para ver cómo la administración Biden se prepara para recibir a todas las  personas que van a pedir asilo una vez que se deje de aplicar el Título 42. Hasta ahora, no creemos que se haya invertido lo suficiente para construir capacidades o una mejor infraestructura que permita mayores solicitudes de asilo.

11. La administración Biden dice que el tema migratorio requiere una solución regional. 

Es cierto que desde la sociedad civil promovemos un marco de cooperación regional para afrontar el aumento acelerado de los flujos migratorios, y ese marco regional tiene que incluir, en primer lugar, que cada país cumpla con sus obligaciones existentes. Todos estos países han firmado tratados internacionales que les obliga, por ejemplo, a no devolver a personas en necesidad de protección internacional y a permitirles que soliciten asilo. También hay leyes nacionales en la mayoría de estos países que garantizan los derechos humanos de personas migrantes y refugiadas

Es sin duda importante explicar que queremos decir con “responsabilidad compartida”. Para eso, debemos empezar por entender que los países que reciben a la mayor cantidad de personas venezolanas en este momento, por ejemplo, son Colombia y Perú, que son países con crisis políticas, con crisis sociales, con problemas de pobreza e inseguridad alimentaria, no Estados Unidos. 

Lo anterior implica que a Estados Unidos también le corresponde compartir esa responsabilidad y promover el acceso a solicitar asilo o incluso generar vías alternativas basadas en la protección y no en la contención.   

Obviamente no estamos hablando solamente de venezolanos. Es cierto que a Estados Unidos llegan mexicanos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, cubanos, nicaragüenses, colombianos y muchas otras nacionalidades y en ese sentido  es importante continuar trabajando con estrategias para atacar las causas de raíz. De eso no nos queda duda, pero creo que también ya estamos en un momento en que los países tienen que comenzar a dar diferentes tipos de protección. Las personas están migrando por la crisis climática, por ejemplo, y sin embargo, no hay mayores medidas de protección para una persona que se tenga que ir de su país por este factor de expulsión. Yo creo que hace falta redefinir algunos marcos de protección e invertir más en países de recepción que tienen grandes necesidades. 

No hay una solución fácil a un fenómeno humano  tan grande y tan complejo, pero es cierto que Estados Unidos, el país que más recibe migrantes en el mundo, también es un país que se beneficia mucho de la mano de obra migrante, de su fuerza laboral, incluso de su fuerza como emprendedores. 

Entonces creo que poner eso en la balanza podría llevar a que tuviese mejores políticas migratorias y no sólo una que responda a las narrativas tóxicas que se han generado alrededor del tema migratorio, y que solo buscan frenar el flujo. Al final del día, lo único que hace es que las personas se arriesguen a tomar rutas clandestinas usualmente más peligrosas pero no detiene los movimientos migratorios. 

12. ¿Qué rol tiene una organización como WOLA en este contexto? 

Durante muchos años, WOLA ha sido una voz clave y un centro de análisis muy importante cuando se trata de entender la coyuntura y la situación de la frontera México-Estados Unidos. Y ese es un trabajo que seguiremos haciendo: mostrar lo que sucede en la frontera, mostrar como no hay rendición de cuentas de parte de muchísimos oficiales que lamentablemente abusaron de personas migrantes en contra de las propias leyes de EE.UU. 

Pero además de eso, ya en este año hemos estado escribiendo mucho y analizando la situación de estos nuevos flujos, mostrando cuáles son los cambios que experimenta la región: en el Darién, en Centroamérica, de la misma forma en la que continuamos trabajando en la frontera sur de México porque sigue siendo un paso obligado para centroamericanos, pero ahora también para venezolanos, cubanos, entre otros. A partir del próximo año WOLA trabajará de forma más sistemática en toda la región, incluyendo Sudamérica, reflejando así los cambios en el contexto migratorio de las Américas.

13. ¿Cuál es tu principal reflexión tras un año como Presidenta de WOLA? 

Nuestro trabajo, y ciertamente el mío, durante este año, es posible y se refuerza por la energía que tienen nuestros aliados y nuestras aliadas en la región. 

Aunque nosotros hagamos nuestro trabajo desde Washington, siento que hemos aprendido que WOLA es una organización que durante todos estos años ha cultivado relaciones tan importantes y tan cercanas con la sociedad civil latinoamericana y del Caribe que permiten que todo el tiempo estemos reforzándonos mutuamente, incluso en los momentos más difíciles. 

Yo he aprendido mucho este año sobre la importancia de una organización que puede acoger a colegas que han tenido que salir y que se ven obligados a estar en el exilio. Creo que sigue siendo un rol muy importante porque tener que dejar tu casa, tu comunidad de origen, tu país, a tu familia, porque defiendes derechos humanos o trabajas en contra de la corrupción es realmente un golpe durísimo y contar con una organización que te puede ayudar, que te puede abrir las puertas en Washington y que te pueda apoyar, vale mucho más de lo que lo que uno percibe a primera vista. Obviamente este es uno de los muchos roles que WOLA tiene pero ha sido uno con el que me he familiarizado más desde que me mudé a Washington DC en este 2022. 

Creo que a medida que WOLA se acerca a sus 50 años como organización, es impresionante ver su crecimiento. Ver cómo la organización ha ido evolucionando es realmente muy inspirador. Pero lo que me parece muy interesante es que WOLA nace como reacción a la llegada del poder de un gobierno autoritario que perpetró crímenes terribles, que fue el golpe de Augusto Pinochet en Chile y bueno, casi cinco décadas después, estamos viendo otra formas en las que el “virus del autoritarismo” se reproduce nuevamente en la región. 

Creo que como organización estamos en una buena posición para tomar nuestros 50 años de historia y continuar poniendo nuestros principios en práctica, reuniendo ideas y esfuerzos para buscar soluciones a tantos problemas que nos afectan como región. 

Ver a América Latina como un todo y tener aliados, amigos, con quien caminar juntos en una región tan diversa y tan intensa como la nuestra es lo que nos sigue motivando cada día.