WOLA: Advocacy for Human Rights in the Americas

AP Photo/Eric Gay

8 Nov 2022 | Análisis

Las actuales dinámicas migratorias requieren nuevos abordajes regionales

Las dinámicas migratorias en las Américas han cambiado drásticamente en los últimos años.

Hasta el año 2020, al menos el 90 porciento de las personas migrantes y solicitantes de asilo encontradas en la frontera entre México y Estados Unidos provenían de cuatro países: México, Guatemala, El Salvador y Honduras. Sin embargo, durante la pandemia de Covid-19 hubo un cambio importante en los flujos migratorios y en agosto de 2022 la cantidad de personas originarias de Venezuela que llegaron a la frontera superó ampliamente a todas las otras nacionalidades, con excepción de México. 

Lo cierto es que este cambio no debería sorprender a nadie. En la última década, más de 7,1 millones de personas escaparon de la profunda crisis humanitaria y de derechos humanos en la que Venezuela está sumergida. Esto representa más de un cuarto de la población total del país. Más del 80 porciento de estas personas vive actualmente en otros países de América Latina y el Caribe, en muchos casos con un estatus migratorio incierto, enfrentando discriminación y xenofobia, y no pudiendo satisfacer sus necesidades básicas. Para los grupos en situación de vulnerabilidad, como es el caso de las mujeres refugiadas, se ha documentado un contexto alarmante de violencia basada en género en países como Colombia y Perú, los dos principales receptores. 

En este contexto, un creciente número de personas comenzó a tomar el camino hacia el norte. 

A pesar de algunas medidas positivas tomadas en algunos países –incluyendo el programa promovido por la administración del expresidente Iván Duque que, hasta ahora, ha regularizado a al menos 1,6 millones de personas de Venezuela en Colombia– la mayoría de los gobiernos de la región no tomaron acciones acordes a las enormes necesidades de la mayor población de personas refugiadas del mundo, fuera de los países en conflicto armado. 

Lamentablemente, la respuesta de Estados Unidos con respecto a la cuestión migratoria y de refugio tampoco ha estado a la altura de las circunstancias. Al contrario, en marzo de 2020, en el contexto de la pandemia de Covid-19, el Gobierno de Donald Trump publicó una orden llamada Título 42, que establece que nadie pueda llegar a un puerto de entrada de los Estados Unidos sin documentación –incluso para solicitar asilo– y que personas migrantes encontradas en la frontera puedan ser rápidamente expulsadas a México o a su país de origen sin derecho a pedir protección. La orden fue publicada con la excusa de salvaguardar a la población estadounidense en el contexto de la pandemia y aunque el Gobierno del Presidente Joe Biden ha tratado de poner fin al programa y admitido la entrada de personas particularmente vulnerables a Estados Unidos, su objetivo siempre ha sido detener la migración, aun de aquellas personas que necesitan protección. 

Como elemento principal del Título 42 México acordó recibir a personas provenientes de El Salvador, Guatemala y Honduras -y ahora de Venezuela- expulsadas de la frontera con Estados Unidos. 

La situación de las personas con necesidad de protección provenientes de Venezuela también se tornó más compleja. Hasta enero de 2022, México no les exigía visas de turismo, pero eso cambió cuando el número de solicitantes de asilo en Estados Unidos aumentó. 

A principios de 2022, ese incremento se registró particularmente en el número de personas que atraviesan el cruce del Darién, una zona selvática entre Colombia y Panamá conocida por su peligrosidad. A pesar de los riesgos, la ruta continúa siendo usada por miles de personas que de la manera más precaria mantienen la esperanza de llegar a Estados Unidos. 

Se estima que solo en el mes de septiembre, unas 48 mil personas cruzaron por la zona, el 80 porciento provenientes de Venezuela. Esto es el equivalente a unas 1.600 personas por día y un crecimiento de aproximadamente el 50 porciento con respecto al mes de agosto.

Aunque el Gobierno de Biden ha tenido un acercamiento más regional e integral a la migración, promoviendo atender las “causas raíz” de la migración, contribuyendo a fortalecer los sistemas de asilo en varios países y apoyando a las comunidades receptoras, en la frontera el sistema estadounidense está desarrollado para afrontar la migración como era antes de 2014 -cuando la persona migrante “típica” era una persona sola, sobre todo mexicana- que venía al país por razones económicas. Todavía no hay un sistema eficaz de recepción para personas solicitantes de protección en la frontera ni un sistema de asilo robusto que pueda procesar la gran cantidad de casos pendientes y nuevas solicitudes de forma oportuna.  

Pero más allá de la inversión que tendría que hacerse para fortalecer el sistema de asilo en los Estados Unidos, el Gobierno de Biden tiene que dejar de promover políticas basadas en la contención y en desalentar la migración. 

Entre las acciones urgentes está acabar con el Título 42, actualmente bajo litigio en Estados Unidos, y restaurar el derecho a solicitar asilo en la frontera para todas las nacionalidades, como está establecido en la legislación nacional e internacional.

Además, incrementar las oportunidades para que personas en Venezuela puedan postular a visas humanitarias en Estados Unidos, incluyendo mediante un aumento de los cupos a más de 24 mil personas elegibles para el nuevo programa y asegurar que esté disponible aún para aquellas personas que no han logrado conseguir un pasaporte dadas las dificultades administrativas en su país. 

Pero esta no es solo una responsabilidad de la administración Biden. Los desafíos migratorios de las Américas son desafíos regionales que requieren abordajes y estrategias regionales. Solo así se logrará que las personas solicitantes de asilo consigan la protección que necesitan, y la que tienen derecho a recibir. Es indispensable que los gobiernos de las Américas tomen acciones para construir un sistema regional de protección que ponga los derechos humanos en el centro.  

Este artículo fue originalmente publicado en Divergentes.