WOLA: Advocacy for Human Rights in the Americas

(AP Photo/Ramon Espinosa)

25 Mar 2022 | Análisis

Estados Unidos debe tomar nota de cambios migratorios en Cuba

La decisión del gobierno de Biden de aumentar el personal de la Embajada de Estados Unidos en La Habana y de ampliar los servicios consulares representa un paso muy bien recibido. Aunque las personas migrantes de Cuba son privilegiadas entre otros grupos de Latinoamérica, pues tienen un camino viable para emigrar a través de las políticas actuales, sin un cronograma claro para el reinicio y la regularización de los servicios consulares, la creciente tensión sobre este sobrecargado y defectuoso sistema seguirá obligando a los cubanos a recurrir a métodos de migración irregulares y peligrosos.

¿Cómo llegamos aquí?

Las políticas de inmigración han sido un punto álgido en la relación entre Estados Unidos y Cuba.

Desde la década de los sesenta, EE.UU ha mantenido una relación preferente con los ciudadanos cubanos, facilitando una vía directa para obtener residencia permanente. La Ley de Ajuste Cubano, que entró en efecto el 2 de noviembre de 1966, permite que las personas nativas o ciudadanas cubanas que hayan estado físicamente presentes en Estados Unidos durante al menos un año soliciten la residencia permanente. Esto, sumado al impulso de huir por razones políticas y económicas, ha provocado una migración masiva de cubanos a Estados Unidos.

Las casi 1,4 millones de personas que huyeron a Estados Unidos tras la revolución cubana de 1959 representan el mayor flujo migratorio de la historia reciente desde un país caribeño. Desde entonces, los cubanos continúan siendo una de las principales poblaciones de migrantes que llegan a Estados Unidos. Más recientemente, una serie de trágicos incidentes con migrantes cubanos que intentaban llegar a Estados Unidos por mar resultaron en que el presidente Clinton anunciara que aquellas personas de Cuba interceptadas en el mar serían transportadas a la base naval estadounidense de Guantánamo. Fue entonces cuando nació la política de “pie seco/pie mojado”, que facilitaba una vía rápida de ciudadanía y concedía el derecho a los cubanos a quedarse en el país con tal de que hubieran llegado a pie. La política pretendía disuadir el arriesgado viaje por mar. En un acuerdo firmado en septiembre de 1994, EE.UU. se comprometió admitir legalmente a un mínimo de 20.000 cubanos al año—una cifra que no incluye a los familiares directos de ciudadanos americanos—, y Cuba se comprometió a evitar más salidas irregulares de balseros.

En 2007, en cumplimiento de los requisitos de visado en virtud de los acuerdos migratorios entre Estados Unidos y Cuba, el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (U.S. Citizenship and Immigration Services, USCIS) puso en marcha el Programa de Reunificación Familiar Cubano (Cuban Family Reunification Parole, CFRP), que permite a los familiares de ciudadanos estadounidenses la posibilidad de acceder a una visa de inmigrante, para solicitar permisos de trabajo a la espera del estatus de residencia legal permanente bajo la Ley de Ajuste Cubano.

Pero las cosas cambiaron en 2013.

La liberalización de las normas que habían restringido los viajes fuera de la isla resultó en un aumento en las personas de Cuba que intentaban llegar a EE.UU a través de México, así como en una dependencia a la política de pie seco/pie mojado. A pesar de lo cual, en los últimos días de su administración, el presidente Obama puso un fin abrupto a esta política para finalizar su esfuerzo de acercamiento y normalización de relaciones con Cuba, lo que provocó un aumento importante sobre la cantidad de cubanos que solicitaron asilo, así como en los casos de deportación, que pasaron de 388 en 2016 a 24.198 en 2019.

La situación empeoró aún más en 2017, cuando bajo el gobierno de Donald Trump EE.UU suspendió indefinidamente los trámites de visa en la Embajada estadounidense en La Habana y paralizó todos los servicios consulares en respuesta al “síndrome de La Habana”, una misteriosa dolencia que supuestamente afectaba al personal de la Embajada y a sus familiares. Un informe preliminar publicado por la Agencia Central de Inteligencia (Central Intelligence Agency, CIA) de Estados Unidos en febrero de 2022 determinó que era probable que la mayoría de los casos hubieran sido causados por alguna influencia extranjera. El cierre de la Embajada ha seguido resultando en un perjuicio para las decenas de miles de inmigrantes cubanos que siguen esperando sus visas para reunirse con sus familias en Estados Unidos.

Hacia finales de 2021, el gobierno de Biden restableció la política de “Permanecer en México” bajo órdenes judiciales, reiniciando abruptamente el regreso de solicitantes de asilo de Estados Unidos a México a la espera de la resolución de sus casos en los tribunales de inmigración estadounidenses. En lo poco que va del 2022, los cubanos siguen representando una de las principales nacionalidades impactadas por el programa “Permanecer en México“, junto con las personas de Nicaragua, Venezuela, Colombia y Ecuador. Debido a las dificultades para acceder al sistema de asilo de Estados Unidos y para llegar a la frontera entre Estados Unidos y México como resultado del aumento de la aplicación de la ley de migración mexicana, muchos cubanos también están optando por buscar protección en México. En 2021, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) recibió 8.319 solicitudes de asilo de personas de Cuba, superando las 5.725 recibidas en 2020. La agencia concedió el asilo en el 69 por ciento de los casos, lo que supone un aumento de las tasas de aprobación en comparación con años anteriores. Hasta 2.004 cubanos solicitaron asilo en México durante los dos primeros meses de 2022.

Los flujos continuos de la migración cubana, tanto a Estados Unidos como a México, destacan la necesidad de contar con vías eficaces para la migración legal. Su posición única dentro del sistema de inmigración de EE.UU debe servir como una herramienta para proporcionar estabilidad y seguridad a los que deciden abandonar su país de origen, no como una barrera adicional a su seguridad.

¿Quién migra y por qué?

Según un análisis del Cuba Study Group, las mujeres y las personas de entre 20 y 40 años de edad constituyen el grueso de las personas migrantes. Esto es alarmante porque agudiza la crisis por la ausencia de cuidadores para las poblaciones que envejecen, a medida que un número importante de cubanos mayores se han quedado sin familiares en la isla que puedan cuidarlos. Según la última Encuesta Nacional de Envejecimiento de la Población de la Oficina Nacional de Estadística (ONEI) de Cuba, los hogares unipersonales de ancianos aumentaron de 12,6 por ciento en 2012 al 17,4 por ciento en 2019, y como las mujeres siguen siendo la principal fuente de cuidado para los ancianos, su salida tendrá implicaciones importantes para el futuro de este sector de la población. Es importante señalar que dentro de la sociedad cubana, la emigración también se considera una de las principales fuentes de supervivencia. Mientras se mantengan los estrictos límites a las remesas procedentes de Estados Unidos, esta estrategia de supervivencia se verá arriesgada aún más.

Este aumento en las oleadas migratorias de personas de Cuba ha coincidido con momentos de crisis económica y con el deterioro de la calidad de vida en la isla—condiciones presentes en la actualidad. Hoy Cuba vive la peor crisis económica y humanitaria desde la década de los noventa, agudizada por el impacto continuo de la pandemia de COVID-19. A pesar de los niveles significativos de vacunación y de la estabilización de casos de COVID-19, la disminución de recursos médicos, junto con sus manifestaciones sobre el malestar social, siguen empujando a los cubanos a abandonar la isla. Las restricciones de EE.UU a las remesas y a los viajes siguen afectando a lo que antes llegó a ser un floreciente sector privado. En 2020, la economía cubana se contrajo 11 por ciento y la inflación en 2021 alcanzó el 71 por ciento, como resultado del proceso de reunificación monetaria adicionalmente a la falta de remesas y otros hechos.

Uno de los sectores más afectados sigue siendo la industria del turismo. Representando 10 por ciento del PIB del país, el turismo es una fuente de ingresos fundamental que el gobierno destina a la compra de alimentos y medicinas a nivel internacional. Cuba mantuvo sus fronteras cerradas hasta noviembre de 2021 y no ha visto el necesario repunte de la industria para superar los obstáculos económicos de los últimos años. Esto, sumado a las dificultades de producción durante la pandemia —que se ve agravada por el embargo estadounidense y las sanciones adicionales— ha profundizado la carencia de productos de primera necesidad para los cubanos. A medida que la crisis económica y humanitaria se agrava con pocas esperanzas de alivio, los cubanos se sienten obligados a buscar estabilidad en otros lugares.

Llegar a la frontera de Estados Unidos

Durante muchos años, los cubanos comenzaron su viaje hacia la frontera con Estados Unidos en Sudamérica. Guyana era y sigue siendo un punto de partida frecuente, ya que es el único país de América del Sur continental donde pueden ser admitidos sin visa. Las cosas cambiaron en noviembre de 2021, cuando Nicaragua levantó la exigencia de visas para los nacionales cubanos, abriendo un nuevo y más corto camino para llegar a Estados Unidos. La nueva ruta permitió que las personas evitaran el infame Tapón del Darién, una peligrosa selva que conecta Colombia y Panamá. Hasta 130.000 personas, incluyendo 15.000 de Cuba, cruzaron el Tapón del Darién en 2021, según cifras del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) de Panamá, recogidas por los medios locales. Esto representó un fuerte aumento frente a los 1.000 cubanos que intentaron realizar el mismo viaje en 2016. A pesar de la exención de visas para que los cubanos entren en Nicaragua, las nuevas visas de tránsito exigidas por Costa Rica y Panamá han supuesto un reto adicional para los viajeros.

Además, intentar llegar a Estados Unidos por mar sigue siendo cada vez más difícil. Como respuesta a los acontecimientos del pasado 11 de julio en Cuba, el secretario del Departamento de Seguridad Nacional Alejandro Mayorkas emitió un comunicado en el que deja claro que cualquier migrante interceptado por mar no tendrá permiso para entrar a Estados Unidos. Según cifras recientes de la Guardia Costera de Estados Unidos, 852 personas de Cuba han sido interceptadas en mar desde octubre de 2021, frente a 839 en todo el año fiscal 2021.

Las autoridades cubanas confirmaron que 1.255 migrantes regresaron a La Habana en 2021 en operaciones bilaterales coordinadas con Estados Unidos, México, las Islas Caimán y Bahamas. En lo que va de 2022, 861 personas de Cuba han sido retornadas a la isla, 345 por la Guardia Costera de Estados Unidos, 473 por México y 43 por Bahamas.

Cantidad de personas de Cuba repatriadas por guardacostas de EE.UU tras ser interceptadas por mar

    Datos proporcionados por la Guardia Costera de Estados Unidos y recopilados por WOLA.

Cómo la política estadounidense puede aliviar los flujos migratorios irregulares hacia la isla

Sin duda, el embargo que ha durado los últimos 60 años ha empeorado las condiciones que obligan a muchos cubanos a emigrar. La actual crisis humanitaria en la isla se ve exacerbada por la imposibilidad de importar productos de primera necesidad, incluyendo alimentos y medicinas, bajo el complicado sistema de sanciones hacia Cuba. La asistencia humanitaria está extremadamente limitada a aquellos que entienden y pueden operar bajo las delicadas restricciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (Office of Foreign Assets Control, OFAC), y en muchos casos, su capacidad para hacerlo está sujeta a innumerables desafíos burocráticos para obtener los permisos y equipos necesarios.

Además, la designación de Cuba como Estado Patrocinador del Terrorismo (State Sponsors of Terrorism, SSOT), anunciada en en los últimos días del gobierno de Trump, y que no ha sido revertida por el gobierno de Biden, ha generado aún más obstáculos para comprar o recibir estos bienes. Las remesas y los viajes a la isla, que son históricamente las maneras más viables para que aquellos por fuera del país apoyen a sus familias y seres queridos, también se han visto gravemente restringidos desde que Trump revirtió las políticas de acercamiento de Obama.

El cierre de la Embajada de EE.UU en La Habana también significó que las 20.000 visas que habrían sido asignadas a personas de Cuba han sido continuamente infrautilizadas. Los cubanos que buscaban servicios consulares estadounidenses eran remitidos a la Embajada de Estados Unidos en Guyana, un hecho que genera obstáculos adicionales a quienes buscan vías regulares de migración. Como resultado, muchas personas han decidido viajar de forma irregular para solicitar asilo en la frontera entre Estados Unidos y México.

A medida que aumenta el número de migrantes cubanos a través de las rutas irregulares más tradicionales, también aumenta el riesgo de ser explotados por contrabandistas y grupos de crimen organizado en el camino. Las personas de Cuba parecen correr un mayor riesgo de extorsión y secuestro, ya que se cree que tienen familiares ya establecidos en Estados Unidos con recursos para pagar rescates.

Para aliviar estos riesgos y minimizar los flujos migratorios irregulares de Cuba a Estados Unidos, el gobierno de Biden debería regularizar los servicios consulares de manera inmediata. El reciente anuncio de la reanudación de los servicios en la Embajada en La Habana es solo el primer paso para resumir la gama completa de servicios regulares y fiables para los que buscan emigrar a Estados Unidos. El Programa CFRP también debería utilizarse a todas sus capacidades.

Al margen de las acciones relacionadas explícitamente con las políticas migratorias, las medidas para normalizar las relaciones entre los dos países también contribuirían en gran medida a mitigar la situación humanitaria y económica que ha obligado a muchos cubanos a huir. El gobierno estadounidense debería suspender las regulaciones que impiden que alimentos, medicinas y otras ayudas humanitarias lleguen al pueblo cubano, al igual que suprimir todas las restricciones a las remesas familiares y no familiares. Además, debe eliminar las políticas de la era de Trump que restringen los viajes a Cuba, ya que dificultan a las personas cubano-americanas visitar y reunirse con su familia en la isla (en particular para aquellas por fuera de La Habana), lo que también limita un diálogo mutuamente beneficioso entre los pueblos de Estados Unidos y Cuba.

Este análisis fue traducido al español por Maria Rita Furtado.