En entrevista con el medio colombiano El Espectador, la nueva presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), Carolina Jiménez Sandoval habla sobre la urgencia de implementar plenamente el histórico Acuerdo de Paz de Colombia para aliviar la delicada situación de derechos humanos que vive actualmente el país y sobre las relaciones bilaterales con Estados Unidos tras los abusos policiales que acapararon la atención internacional tras las multitudinarias protestas de este año.
WOLA reproduce con permiso esta entrevista publicada originalmente por El Espectador, que también aborda la necesidad de una transición democrática en Venezuela; la preocupante situación para las personas migrantes en la frontera entre México y Estados Unidos, así como sobre el impacto del cambio climático en la situación de derechos humanos de la región y el autoritarismo en la región.
Detrás de la aprobación en la Cámara de Representantes de Estados Unidos de una iniciativa que veta al Esmad de la Policía colombiana por la desmedida respuesta a protestas civiles, y que prohíbe al gobierno de Iván Duque usar fondos donados por ese país para la fumigación de cultivos ilícitos, estuvo la labor de cabildeo de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), una influyente organización de derechos humanos, con medio siglo de existencia, cuya presidencia acaba de asumir Carolina Jiménez Sandoval, la primera latinoamericana en ocupar dicho cargo.
“Colombia está en el top de las preocupaciones de WOLA, que por tantos años, consecutivamente, Colombia siga apareciendo en todos los informes globales y no solo en los de América Latina, como el país más peligroso e inseguro, más inhumano para defender el medioambiente, para hacer trabajo comunitario, es inaceptable (…) Y lo peor es que el gobierno de Iván Duque pretende tapar esa realidad alarmante con un dedo”, afirma.
Jiménez es una reconocida activista de derechos humanos que nació en Venezuela, estudió en Japón, trabajó con Open Society Foundations y con los jesuitas. También se nacionalizó mexicana por su trabajo durante los últimos siete años como directora de Investigación para América Latina de Amnistía Internacional.
Colombia está en el top de las preocupaciones de WOLA. Que por tantos años, consecutivamente, Colombia siga apareciendo en todos los informes globales y no solo en los de América Latina, como el país más peligroso y más inseguro, más inhumano para defender el medioambiente, para hacer trabajo comunitario, es inaceptable, y lo peor es que el gobierno de Duque pretende tapar esa alarmante realidad con un dedo.
Para nosotros la implementación del Acuerdo de Paz, que cumple cinco años, es prioritaria. Contrario a lo que dijo el presidente Duque en la ONU, sabemos que el Acuerdo de Paz firmado por Colombia no es un acuerdo débil, lo que creemos es que él ha insistido en debilitarlo, y esas son dos cosas muy distintas. Cuando uno mira el Acuerdo de Paz, desde una perspectiva histórica, la verdad es que es uno de los acuerdos más completos e integrales que uno puede ver. Entonces, culpar al Acuerdo de ser débil es carecer de perspectiva histórica. Si Duque hubiese tenido una verdadera voluntad de implementación, en este momento estaríamos en otro lugar.
Para WOLA no ha sido una sorpresa el que Duque carezca de voluntad política para implementar el Acuerdo, pero lo que sí nos sorprende aquí en Washington es que él pretenda mostrar logros y avances del Acuerdo que ni siquiera han dependido de su voluntad, sino más de las comunidades, de las organizaciones de la sociedad civil, de gobiernos amigos que siempre han acompañado este proceso y de las Naciones Unidas, que ha cumplido un papel tan fundamental en Colombia.
Espero que la persona que ustedes elijan líder de su país para los próximos cuatro años venga con un proyecto de implementación real del Acuerdo. Porque creo que los colombianos quieren la paz. Nunca he pensado que, a pesar de las diferencias, la sociedad colombiana como tal quiera volver a la guerra.
Sí, la apoyamos. Tuvimos mucha incidencia.
Es innegable que la pandemia ha tenido un impacto muy negativo en la región. La pandemia exacerbó lo que ya sabíamos. Si antes ya éramos la región más desigual del mundo, ahora esa desigualdad tan estructural se vio exacerbada con la llegada del COVID-19, con temas como el acceso desigual a las vacunas o cómo nos recuperaremos económicamente, las personas con vulnerabilidad, las mujeres o la violencia en los hogares. La pandemia es un espejo donde se ven reflejados patrones y prácticas negativas en Latinoamérica.
Después de cuatro años de la administración Trump, y de lo vivido el 6 de enero, había una gran expectativa de que se iba a dar un cambio sustancial de la política de Estados Unidos hacia América Latina, porque el cambio por un líder demócrata era una oportunidad de oro para restablecer las relaciones lesionadas, para formar algunas nuevas y para asegurarnos de que la política exterior de EE. UU. estuviese basada en valores democráticos y de respeto a los derechos humanos.
Con la pandemia, las oportunidades de incidencia y las oportunidades de tejer conexiones con la administración obviamente se ven más limitadas. Estamos haciendo incidencia en el Congreso, en la administración, pero la pandemia no solo pone límites a la capacidad de interactuar con actores claves, sino que la propia administración se ve también tremendamente agobiada por sus propios problemas internos, algunos consecuencia de la pandemia. Entonces, esa ventana de oportunidad para mejorar las relaciones con América Latina sigue existiendo, pero con una administración que sigue teniendo muchísimos problemas internos.
Sí. Y en varios temas. Probablemente el tema migratorio es donde nos sentimos más decepcionados, porque la retórica de Biden y las promesas hechas en su campaña fueron justamente formular políticas migratorias respetuosas de estándares internacionales de derechos humanos. Claramente hoy hay una gran diferencia en la narrativa de Biden con su antecesor. Ya no tenemos a un xenófobo en la presidencia, pero, en la práctica, muchas de las políticas que le criticamos a Trump siguen existiendo: el Título 42 o la situación con los haitianos que es una demostración de que las buenas intenciones no necesariamente se practican cuando políticamente hay un tema controversial, como lo es la migración de cara a las elecciones del próximo año.
También hay decepción cuando esperábamos una administración que pudo haber hecho unos cambios puntuales para mejorar la vida de los latinoamericanos, por ejemplo que quitaran sanciones en Cuba que pudieran permitir el envío de remesas con mayor facilidad, porque la isla tienen una crisis humanitaria; hubiésemos querido también ver a un Biden más crítico de la represión de las protestas en Colombia, no fue tan contundente su narrativa en contra de esta represión, entonces creo que las expectativas eran mucho más altas. Ahora nos encontramos con otras realidades, pero seguiremos haciendo nuestro trabajo.
Debió ser contundente en contra del gobierno de Iván Duque. Obviamente los políticos calculan lo que dicen con base en sus intereses y no necesariamente basados en el respeto de nuestros derechos. Me preocupa pensar que, de acuerdo con sus intereses políticos, los países deciden cuáles son las violaciones a los derechos humanos malas y cuáles violaciones a los derechos humanos son buenas. Cuando por principios legales y por estándares sobre los que todos nos comprometemos, todas las violaciones lesionan negativamente la dignidad de los individuos.
Entonces, ser duro y contundente con unos, pero suave y complaciente con otros, pone el tema de los intereses políticos por encima de la dignidad humana, y creo que si allí es condenable que la administración Biden haya sido suave con unos y dura con otros. Porque a la hora de la verdad, la madre de un joven asesinado por fuerzas de seguridad en Cali sufre un dolor y una pérdida igual como la madre de un joven asesinado por la fuerza de seguridad en Managua o en Caracas.
En este caso, hay factores como el tema del narcotráfico y el tema de Venezuela, donde la administración de Biden siente que Duque cumple un papel estratégico frente a Maduro. Pero creo que se equivocaron en su cálculo político y seguirán siendo criticados si continúan con una política de silencios acomodados cuando lo que más se necesita es ruido.
Cuando la administración Biden comenzó, nos vimos esperanzados con la visión del presidente de trabajar en la solución de las causas de la migración forzada, en este caso de Centroamérica, e incluso encargó del tema a la propia vicepresidenta Harris. Correctamente, esta administración entendió que la migración se da por unas causas complejas pero ese plan se fue desvaneciendo en la medida en que la realidad superó las promesas de campaña. No contaban con que la migración haitiana proveniente de Suramérica iba a generar la situación actual de la frontera con México y ahí hubo una falla de lectura en las tendencias porque estos haitianos no son los que están huyendo de la crisis de Haití, sino son haitianos que vienen de Chile y de Brasil básicamente y que han perdido su capacidad de tener un proyecto de vida allí precisamente por la crisis que se ha generado a raíz de la pandemia.
Lo primero es que tiene que haber una apuesta al manejo de flujos migratorios en la frontera, y como dice mi colega Adam Isackson, uno escucha a los funcionarios migratorios quejarse de no poder manejar una situación con 14.000 personas debajo de un puente desde el punto de vista logístico, pero entonces habría que ver cómo lograron solo en 12 días montar, desde el punto de vista logístico, a 6.000 personas y devolverlas a Haití. Lo logístico es lo más fácil de resolver para Estados Unidos.
Y son cosas que puedes hacer sin necesidad de reformar todo el sistema migratorio. Yo creo que el caso del acercamiento de los funcionarios de las agencias apostadas en la frontera con las personas refugiadas es una tarea pendiente. Es tremendamente conocido que hay muchos abusos por parte de los funcionarios. Esos abusos están documentados y esos abusadores siguen ahí con sus mismos cargos. Esa foto del oficial montado a caballo castigando a un inmigrante haitiano quedará para la historia y para la historia de la administración Biden. Es una foto que tiene un tono racial. Hay abusos constantes y un buen proceso de investigación y de rendición de cuentas probablemente acabarían con muchos de estos abusos pero si no hay una voluntad política de que esto se realice pues difícilmente vamos a ver una mejoría.
El tema de la migración forzada venezolana es otro asunto porque “la causa” es un país en emergencia económica y sigue allí y no se ve solución en el corto ni mediano plazo. Creo que puede haber apoyos humanitarios que mejoren la situación de mucha gente, pero en muchos casos la migración es lo único que salva a tu familia y te ayuda a ponerles un pan sobre la mesa.
Primero, hay que ser consciente de que Venezuela es un país gobernado por una élite autoritaria. Entonces, la fórmula de salida violenta (tipo una invasión militar estadounidense) para solucionar la crisis no sería efectiva y hundiría al país en un nivel mayor de violencia. Hay que apostar a una transición democrática. Ahora hay negociaciones en México, obvio hay mucha expectativa, pero sabemos que son procesos lentos. Y ahí Biden tampoco ha sido claro. Como el tema prioritario ha sido la migración, y las relaciones frente a México y Centroamérica, no ves a una administración con un papel tan protagonista como lo fue Trump con Venezuela (que en su caso fue negativo). Creo que hay un apoyo de la administración al proceso de México, y ese es un aspecto positivo, porque sí se necesita el apoyo de EE. UU. Ha habido apoyo económico para los países de acogida del migrante venezolano, lo que también es positivo, pero quisiéramos ver a una administración más presente jugando a favor del restablecimiento de la democracia.
Es imposible que en WOLA no comencemos a pensar en todos estos temas emergentes que se han vuelto asuntos que van a definir a nuestras futuras generaciones. El cambio climático se sigue estudiando a nivel académico, pero en los años venideros quizá será la principal causa de desplazamiento forzado en el mundo. Y tenemos que entender qué significa, cómo se mitiga y cómo buscamos sistemas de protección y que haya leyes que respondan a esa realidad. Porque hoy en día ningún país te da refugio por el tema de sequía, por ejemplo. El tema del autoritarismo es de las principales pesadillas que estamos viendo en nuestra región. Ya son bien conocidas situaciones como las de Venezuela, Nicaragua y Cuba, pero también aparecen ahora Brasil, El Salvador, y alguna preocupación en México nos hace pensar que la promesa de la democracia claramente no se cumplió y nos toca reflexionar con una mirada global sobre lo que está pasando y cómo se detienen esos avances autoritarios.
Biden no puede tener una relación de desapego con América Latina. Creo que la migración es un punto de entrada donde hay un interés de política interna, y claro que es un tema electoral, que puede llegar a afectar los intereses políticos de la actual administración. Pero a Estados Unidos y Latinoamérica los unen muchísimas cosas más que ese tema migratorio. A Biden le conviene una América Latina próspera y democrática, y nosotros buscamos interiorizar ese mensaje en todas las instancias decisorias de Estados Unidos.
Esta entrevista fue publicada originalmente el 6 de octubre de 2021 en El Espectador de Colombia y fue republicado con permiso. Vea el artículo original aquí.