WOLA: Advocacy for Human Rights in the Americas
3 Oct 2011 | Análisis | News

El caso de Alan Gross y el viaje de Bill Richardson a Cuba

Por Geoff Thale

El 7 de septiembre, el ex-gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, viajó a Cuba para reunirse con las autoridades de la isla sobre el caso de Alan Gross, el contratista estadounidense cuya condena de quince años por distribuir sofisticados sistemas de comunicación fue reafirmada recientemente por la Corte Suprema de Cuba. Richardson tiene muchos años trabajando en asuntos de relaciones exteriores. Bajo su puesto en la cámara de representantes como  congresista de Nuevo México, realizó varias misiones internacionales para la administración de Clinton, y también fue embajador a la ONU bajo la administración de este ex presidente. Es un colaborador cercano del gobierno de Barack Obama. En sus múltiples visitas a la isla ha desarrollado un historial de diálogo con Cuba. El reciente viaje de Richardson a la isla generó bastante interés: hubo especulación de que su visita podía resultar en la liberación de Alan Gross. Estos rumores fueron incitados—en conjunto con otras cosas—por el comentario de Richardson a los periodistas cuando llegó a la Habana declarando que posiblemente tendría algo que decir en unos días. 

A pesar de las alentadoras indicaciones de los dos gobiernos al inicio del viaje, este tuvo un resultado negativo. A Richardson no le fue permitido ver a Gross, y no hizo ningún aparente avance significativo en su liberación. Partió de Cuba el 12 de septiembre, declarando a la prensa que el viaje había sido una experiencia negativa. Fuentes diplomáticas de Cuba y los Estados Unidos consecuentemente hablaron con la prensa, comunicando su respectiva versión de los hechos. La versión cubana se encuentra en esta enlace  ("Cuba hits back at Richardson over failed visit") y la versión estadounidense se encuentra en el siguiente ("Bill Richardson Criticizes Cuba After Failed Talks on Alan Gross").

No sabemos lo que haya ocurrido realmente durante la visita de Richardson, y basado en lo que hasta la fecha ha sido reportado no deberíamos adelantarnos a conclusiones demasiado simples en torno a la visita, ni la situación de la política interna en Cuba (ni tampoco a las políticas de los Estados Unidos hacia Cuba). Dónde estamos y hacia dónde vamos será el tema para un comentario distinto.

De cualquier manera el resultado de la visita de Richardson a Cuba es decepcionante, para Alan Gross y su familia, y para las relaciones entre los EE.UU. y Cuba. 

Para entender mejor cómo hemos llegado a este punto, es importante tomar en cuenta  no solamente los recientes cambios en el caso de Gross, pero también el contexto. En particular, es importante examinar las maneras en que los programas de promoción de democracia que Estados Unidos dirige hacia Cuba han influido en el desenvolvimiento de esta disputa diplomática y tragedia humana.

Novedades en el caso de Gross

En los últimos meses han surgido nuevos factores que pueden influir en cualquier decisión de indultar o poner en libertad a Alan Gross.

La decisión de la corte suprema que afirmó su convicción y su sentencia completan el proceso legal contra Gross en Cuba. Con los procedimientos legales detrás de ellos, las autoridades cubanas podrían sentirse más dispuestos a considerar un indulto o dejarlo en libertad bajo razones humanitarias.

Recientemente, unos días antes de la visita de Bill Richardson, el abogado de Alan Gross en Washington, Peter Kahn, publicó partes del testimonio de Gross durante su juicio. Entre otras declaraciones, Gross dijo a la corte, “Estoy arrepentido que mis acciones han sido malinterpretadas como dañinas y como una amenaza contra la seguridad y la independencia de Cuba, ya que esto es contrario a lo que eran mis intenciones.” Gross dijo a la corte que había sido “timado,” posiblemente insinuando que la culpabilidad caía más sobre el programa que lo empleaba, que hacia el mismo. Pueden que estas declaraciones faciliten la posibilidad de que las autoridades cubanas le den un trato más amable a Gross. 

En los últimos meses, las autoridades Cubanas han recibido un número de apelaciones humanitarias para liberar a Alan Gross. WOLA es una de las varias organizaciones que han solicitado al gobierno Cubano que ponga en libertad a Gross por razones humanitarias y hemos mandado una carta a Raúl Castro urgiendo que el contratista norteamericano sea dejado en libertad condicional. Gross, quien tiene 62 años, ha sido encarcelado por casi dos años (primero en detención previa al juicio, y posteriormente desde su condena en marzo). Su estado de salud es preocupante y perdió mucho peso durante sus primeros meses en prisión. Además, la madre de Gross es una anciana, también esta en malas condiciones de salud y su hija ha sido sometida a cirugía contra cáncer de mama. Sería un gesto humanitario y generoso dejar en libertad condicional a Gross y dejar que regrese con su familia.

Desde luego, hay muchos factores que influyen en esta decisión. El caso de Gross, como muchos asuntos de  relaciones entre los EE.UU. y Cuba, no existe de manera aislada. Más bien, hay que entender la detención, proceso, condena y su posible libertad condicional como parte de un contexto más amplio de las relaciones entre Cuba y los EE.UU., y en particular, los programas de “promover la democracia” que son financiados por los EE.UU. y dirigidos hacia Cuba.

Programas de EE.UU. dirigidos hacia Cuba para promover la democracia

Como recientemente se explicó en un artículo de opinión que elaboró WOLA, estos programas, que son altamente politizados y parcialmente secretos, se manejan por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) y el Departamento de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo del Departamento del Estado, son mal-diseñados y contra producentes. Se han convertido en una barrera importante para el mejoramiento de las relaciones entre los EE.UU. y Cuba.

Parcialmente debido a la detención de Alan Gross, ha habido mucho debate sobre estos programas en meses recientes: Senador Kerry (D-MA), Senador Leahy (D-VT) y Rep. Howard Berman (D-CA) han detenido el financiamiento de los programas y han cuestionado el intento y eficacia de los programa. Funcionarios del Departamento del Estado han declarado que habrá una revisión del programa y también cambios en el mismo.

Los programas actuales deben suspenderse y los tomadores de decisiones en los EE.UU. deben pensar de nuevo en lo que puede y lo que debe hacerse para promover reformas democráticas y apertura política en Cuba de una manera más sensata. (WOLA ha criticado a estos programas desde su inicio bajo el gobierno de Clinton. Ya es hora de repensar el enfoque detrás de estos programas, independiente de su impacto sobre el caso de Gross). Varios funcionarios estadounidenses han expresado en múltiples ocasiones su voluntad para reexaminar a estos programas. Deben repudiar de  manera pública todos los programas con intenciones de “cambiar el régimen,” por medio de no financiamiento de la autorización bajo sección 109 del Helms-Burton Act—cuya declarada misión es “acelerar la transición democrática en Cuba.” Deben de organizar un equipo de abogados de la casa blanca para formular maneras de cómo apoyar programas genuinamente humanitarios—por ejemplo, dar asistencia a las familias de prisioneros políticos—por medio de otras cuentas que no sean de USAID. Deben asegurarse que los programas administrados por contratistas de terceros países s
ean ofrecidos a todos los cubanos sin distinguir creencias políticas y que sean financiados fuera del marco del Helms-Burton Act. Dirigir más recursos a programas apolíticos para promover eventos de intercambio en temas de educación, cultura, y ciencia bajo la Oficina de Asuntos Culturales y Educacionales  del Departamento de Estado, en vez de USAID, o la Oficina de Democracia, Derechos Humanos, y Trabajo del Departamento de Estado.

Asimismo, el caso de Gross se ha convertido en un obstáculo en las relaciones entre los EE.UU. y Cuba. Es poco probable que en un año de elecciones presidenciales en los EE.UU. el gobierno promulgue alguna iniciativa para mejorar sus relaciones con Cuba. Pero tal vez, en un contexto de una resolución del caso de Gross, el gobierno de Obama revisará los programas que empleaba al contratista estadounidense.

Con amigos como estos…

Como ya hemos observado, cualquier acción por parte de los EE.UU. que conduzca a la suspensión y revisión de los programas de la USAID por la cual Gross trabajaba como subcontratista, haría más probable que este fuera liberado. Esto contribuiría significativamente a un ambiente más receptivo a ponerlo en libertad. (Sin embargo aquí no estamos sugiriendo que una medida específica garantizará su libertad).

Por lo tanto, causa consternación ver que los intransigentes de la comunidad en exilio y sus partisanos han optado por un enfoque que es precisamente lo opuesto. En lugar de buscar maneras eficaces de promover apertura económica y política en Cuba, han abogado por nuevas medidas severas para “castigar” al gobierno cubano. Por ejemplo, después de que la condena de Gross fue afirmada por la corte de apelación en agosto, el comité editorial de The Miami Herald recomendó que el gobierno de Obama dejara de permitir que artistas o músicos cubanos dieran funciones en este país, alegando que los ingresos de conciertos y otras funciones enriqueciera el estado cubano, y que cortando los debilitaría. En un argumento parecido, el Herald, recomienda que a los cubano-americanos les deban limitar sus viajes a uno por año, presuntamente para limitar los fondos en efectivo que traen al país.

Aún más atroz, Eliot Abrams, escribiendo en el blog de Foreign Affairs sugiere que “ahora hay un paso más a tomar en cuanto a los canales diplomáticos: deben decir a los hermanos Castro, de una manera discreta, que si no ejercen su “clemencia,” se dará marcha atrás al esparcimiento de restricciones de viaje y que van a ejercer más presiones sobre el gobierno de Cuba.

Dejemos de lado por un momento la pregunta de que si restringir las funciones por parte de artistas cubanos en los EE.UU. reduciría en una manera significante las ganancias en efectivo del gobierno cubano (solamente unos cuantos artistas cubanos vienen aquí cada año). Dejando de lado también la pregunta de que si esta táctica, si pudiera reducir las ganancias en efectivo, presionaría al gobierno cubano a dejar en libertad al Alan Gross (el gobierno cubano ha sido notoriamente resistente a cualquier presión económica desde los EE.UU. por más de cincuenta años). Inclusive dejando de lado la interrogante de que si tomar medidas que niegan el contacto entre familias cubanas-americanas, o limitar aún más a las oportunidades para otros viajeros estadounidenses sería una respuesta adecuada al constante encarcelamiento de Alan Gross.

Deja de lado todas estas preguntas, y hazte la siguiente la interrogación: ¿realmente alguien cree que fortaleciendo las sanciones estadounidenses en  Cuba, tenga la probabilidad de hacer que las autoridades cubanas sean más comprensivas a la idea de dejar en libertad condicional a Alan Gross?

Esperemos que los tomadores de decisiones en este país no estén escuchando a estos “amigos de Alan Gross.” Más bien, deben considerar cómo tomar medidas para mejorar las condiciones que ayudaron a provocar la detención de Alan Gross, así como políticas que reduzcan tensiones entre los dos gobiernos y promuevan cooperación entre ambos.

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Geoff Thale es el director de programas en WOLA. Sr. Thale ha estudiado asuntos cubanos desde los mediados de los años 90, ha viajado a Cuba en múltiples ocasiones, y ha organizado delegaciones de académicos y miembros del Congreso para viajar a la isla. 

*Actualizado el viernes, 23 de septiembre 2011. 

(Foto por Mike Schinkel)