Por Geoff Thale
Los programas del USAID que supuestamente promueven la democracia en Cuba han sido objeto de escrutinio una vez más. Críticas anteriores a los programas del USAID han sido motivo de preocupación debido al favoritismo en la adjudicación de contratos y sobre el mal manejo de los fondos en los Estados Unidos. Ahora, la Associated Press ha publicado un informe (articulo en ingles) que analiza los detalles sobre lo que un subcontratista de USAID estaba haciendo en Cuba. La historia genera muchas inquietudes y hará que los funcionarios estadounidenses se sientan incómodos, ojalá, les lleve a poner fin a estos programas contraproducentes.
La historia de la AP se centra en las actividades de Alan Gross, un subcontratista de USAID que fue detenido por las autoridades cubanas en diciembre de 2009 y posteriormente fue condenado a quince años de prisión por actos que "atentaban contra la integridad territorial y la independencia de Cuba." El gobierno de los Estados Unidos ha insistido en que Gross estaba promoviendo la democracia, ayudando a configurar el acceso a Internet para la pequeña comunidad judía de Cuba. Los programas descritos en el artículo de la AP se parecen más a actividades clandestinas que la promoción de democracia, y su objetivo es aun más ambiguo. La historia, basada en informes escritos por Gross al contratista para la que trabajó, revela que Gross llevó equipos de alta tecnología de comunicaciones a Cuba de forma clandestina durante cinco viajes distintos en el 2009. Algunos de los equipos, tal como una tarjeta SIM de grado militar que permite a los usuarios hacer llamadas de teléfono por satélite que son difíciles o imposibles de detectar, están expresamente prohibidas en Cuba. Cuando éste traía equipo a Cuba, él mismo a veces oscurecía o removía las etiquetas de identificación o les pedía a miembros de grupos religiosos judíos que iban de visita llevarle piezas del equipo. Gross sabía claramente cómo sus acciones podrían ser interpretadas: éste se presentó como miembro de una organización humanitaria judía, y no como subcontratista para una agencia del gobierno de los EE.UU.
Gross fue detenido por autoridades cubanas ya hace más de dos años y desde entonces su caso ha sido fuente de tensión entre los EE.UU y Cuba.
Nada en la historia sugiere que Alan Gross estuviera involucrado en espionaje o causara daño a la seguridad del Estado Cubano; éste debe ser puesto en libertad por razones humanitarias. Pero la historia genera inquietudes acerca de lo que el gobierno de EE.UU. puede y debe hacer para promover la democracia (y específicamente el acceso abierto a Internet) en el extranjero; acerca de la línea divisoria entre la promoción de la democracia y de un cambio de régimen; acerca de qué estrategias son más eficaces en la promoción de la democracia y acerca de si la USAID, como agencia, debe llevar a cabo actividades clandestinas que son ilegales en países de objetivo bajo la rúbrica de promoción de la democracia.
Lo que sí está claro en el caso de Cuba es que los programas de la USAID que emplean a Alan Gross y otros están descaminados. Sean que sean sus intenciones, realmente no hacen nada para promover la democracia efectivamente. En cambio, sí ponen en peligro a ciudadanos estadounidenses que son enviados a Cuba para llevar a cabo actividades que pueden ser fácilmente interpretadas como operaciones clandestinas. No sólo esto, sino que realmente, estos programas de la USAID son un desperdicio de dinero de los contribuyentes estadounidenses. El gobierno de EE.UU. ha gastado más de $150 millones de dólares en estos programas durante la última década, con pocos resultados que mostrar.
Lo más importante de todo es que estos programas no tienen en cuenta las realidades en la Cuba de hoy. Cuba está, de hecho, experimentando una serie de cambios importantes. Hoy existe un verdadero proceso de apertura política y económica. El gobierno cubano recientemente permitió la adquisición de casas privadas y la venta de automóviles, y también ha permitido una modesta expansión del sector privado. El gobierno también ha puesto en libertad presos políticos y particulares en el último año. También una reciente conferencia del Partido Comunista afirmó el principio de limitar los mandatos de los líderes del gobierno y del partido, que dramáticamente alteran el cálculo político de la próxima generación de líderes cubanos.
Aunque se mueve lentamente, un proceso de cambio está en marcha en Cuba. Por desgracia, los Estados Unidos no ha hecho casi nada para reconocer o fomentar este proceso. Por el contrario, sigue destinando recursos a los esfuerzos contraproducentes que se centran en la promoción activa de cambio de régimen en Cuba. Los programas, rápidamente detectados por la seguridad del estado cubano, proporcionan una excusa para retardar el ritmo de reforma a los de línea dura en Cuba. (Y daña el buen trabajo que USAID hace en otros lugares.)
Los políticos deben examinar nuevamente que se puede y debe hacer para promover la reforma democrática y apertura política en Cuba. Reducir la hostilidad entre los dos países e incrementar el contacto y diálogo sería la medida más obvia y menos costosa. Si los Estados Unidos desea continuar invirtiendo en los programas dirigidos a Cuba, los esfuerzos deben enfocarse en programas de intercambios educativos, culturales y científicos mediante la División de Asuntos Educativos y Culturales del Departamento de Estado. Estos programas deben ser apolíticos para que entonces puedan realmente apoyar los cambios que están ocurriendo en Cuba. Las pocas actividades efectivas en los programas actuales–como por ejemplo el apoyo humanitario para las familias de presos, algunos programas de capacitación apolítica para periodistas, entre otros–pueden ser llevadas a cabo por otras instancias del gobierno de Estados Unidos y sin los aspectos más problemáticas de los programas existentes.
Terminar o alterar sustancialmente estos programas puede ser señal a Cuba de que el gobierno de Obama da la bienvenida a los esfuerzos de Cuba para abrir su sistema político y económico. Y en el contexto de ese cambio, la probabilidad de que Alan Gross sea indultado o puesto en libertad condicional por las autoridades cubanas se incrementaría.
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Geoff Thale es el director de programas de WOLA. El Sr. Thale ha estudiado temas de Cuba desde mediados de la década de 1990 y ha viajado a Cuba más de una docena de veces, incluyendo con delegaciones de académicos y miembros del Congreso.