(Foto AP/Dario Lopez-Mills)
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En los últimos años, la sociedad civil mexicana ha liderado un impulso histórico para abogar por reformas destinadas a fortalecer el papel de los ministerios públicos en la lucha contra la violencia, la corrupción, y la impunidad. Gran parte de este impulso ha involucrado reformas diseñadas para garantizar la autonomía de los fiscales, un esfuerzo para reducir la influencia política sobre investigaciones penales delicadas. El gobierno federal y todos menos cuatro de los 32 entidades federativas de México han completado o iniciado una transición de una procuraduría general a una fiscalía autónoma, separada del poder ejecutivo.
Pero es crucial que las reformas vayan más allá de la autonomía. Los ministerios públicos por todo el país no cuentan con los recursos ni el personal suficiente para realizar su trabajo de manera efectiva. Muchos fiscales, policías y peritos carecen de la capacitación y protocolos necesarios para priorizar casos, colectar y manejar evidencia, o brindar atención adecuada a las víctimas. En la mayoría de los casos, la transición a una fiscalía autónoma ha hecho poco para abordar las ineficiencias estructural y burocráticas que han permitido que florezca la impunidad y la desconfianza pública en el sistema de justicia penal.
Sin embargo, la transición que se está desarrollando en la Ciudad de México se ha demostrado ser prometedora. La capital ha empleado una estrategia única e innovadora centrada en la reconstrucción de la institución desde cero. A continuación, analizamos el modelo de la Ciudad de México, detallamos los próximos pasos que se necesitan realizar para garantizar una transición exitosa y explicamos por qué otros estados deberían tomar medidas similares para garantizar la plena autonomía y eficiencia de sus ministerios públicos.
La Comisión Técnica
Quizás lo más singular del modelo de la Ciudad de México es el mandato legal otorgado a la sociedad civil para liderar la transición de la ciudad hacia una nueva y mejorada fiscalía. Después de las reformas políticas de 2016 que establecieron a la Ciudad de México como una entidad federativa a la par de los otros 31 estados de México, una nueva constitución local entró en vigor en septiembre de 2018. Un artículo transitorio de la constitución estableció que el Congreso local tenía que seleccionar una “Comisión Técnica” compuesto por siete líderes de la sociedad civil para diseñar una propuesta sobre cómo completar la transición de la procuraduría general hacia una fiscalía autónoma.
El Congreso seleccionó a estos expertos en noviembre de 2018. Cada uno de los comisionados seleccionados son líderes respetados en los campos de los derechos humanos, el derecho, y la justicia penal.
Metas principales de la transición
Después de pasar más de medio año visitando las instalaciones de la procuraduría y entrevistando a víctimas, servidores públicos de la procuraduría, y expertos, la Comisión encontró varias deficiencias estructurales y defectos investigativos. Con estos hallazgos, los expertos redactaron una propuesta de “Ley Orgánica“, el documento que definirá la estructura y función de la nueva fiscalía autónoma de la Ciudad de México. Los objetivos principales descritos en el proyecto de ley incluyen:
Mejorar los resultados en delitos de alto impacto
Manejar el flujo de casos y la recepción de las denuncias de manera más efectiva
Desarrollar las capacidades institucionales
Asegurar fuertes controles internos
Próximos pasos
Finalizar la Ley Orgánica
La Comisión Técnica presentó la propuesta Ley Orgánica al Congreso de la Ciudad de México el 30 de septiembre. La Comisión de Administración y Procuración de Justicia del Congreso local analizará y dictaminará la propuesta para presentarla ante el pleno el 28 de noviembre. De acuerdo con la constitución local, la ley final deberá entrar en vigor el 5 de diciembre.
Seleccionar el primer fiscal general autónomo
La constitución de la Ciudad de México establecía originalmente que para ocupar la fiscalía capitalina era necesario no haber ocupado tres años antes un cargo de elección popular o la dirección de un partido político. El 22 de octubre, representantes de MORENA y sus aliados en el Congreso local votaron para reducir este requisito de tres años a uno.
Esto ha suscitado la preocupación de que el Congreso aprobó la reforma específicamente para permitir que la procuradora actual, Ernestina Godoy, permanezca en su puesto durante la transición. Godoy se desempeñó como diputada de MORENA en el Congreso capitalino hasta noviembre de 2018 y es una aliada cercana de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum.
Once candidatos se han presentado para encabezar la nueva institución. De esta lista, el Consejo Judicial Ciudadano—un grupo de 11 líderes de la sociedad civil seleccionados por el Congreso local—elegirá una terna que enviará a Sheinbaum, para que esta seleccione a un candidato que deberá pasar por la evaluación y votación del Congreso. Todas las partes involucradas deben trabajar para garantizar que el candidato seleccionado esté calificado y dedicado a liderar la nueva institución con total autonomía, honestidad y el máximo respeto por los derechos humanos y el estado de derecho.
Asignar los fondos necesarios para la plena implementación
La nueva fiscalía deberá iniciar operaciones a más tardar el 10 de enero de 2020. La Comisión Técnica prevé que la transición tardará cuatro años en completarse. Según Ulises Lara, portavoz de la procuraduría actual, el piso presupuestario para llevar a cabo esta transición asciende a 4 mil millones de pesos, de los cuales 2 millones se usarán el los primeros cuatro años. El Congreso de la Ciudad de México debe asignar estos fondos para garantizar una transición rápida, completa, y exitosa.
Un modelo a seguir
En los próximos meses, el contenido final de la Ley Orgánica, el proceso de nominación del primer fiscal general capitalino, y el presupuesto asignado a la nueva fiscalía autónoma, determinarán si esta importante transición está en el camino correcto.
Si se completa de manera efectiva, la transición de la Ciudad de México hacia una fiscalía autónoma podría servir como un modelo sólido que otros estados podrían seguir para reformar sus instituciones de justicia. La experiencia en la Ciudad de México ha demostrado que la participación de la sociedad civil en tales reformas es fundamental para garantizar que las necesidades de las víctimas y el público en general estén en el centro del debate. A medida que el gobierno capitalino trabaja para implementar la nueva fiscalía, debe continuar permitiendo que la sociedad civil desempeñe un fuerte papel en la supervisión y evaluación del proceso.