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20 Abr 2008 | Informe | Noticias

La política exterior se viste de camuflado

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A propósito del crecimiento del rol del Pentágono en la política exterior, y por qué el Congreso y la opinión pública estadounidense deberían preocuparse

Mientras el debate público se centra en la guerra en Irak, la política exterior estadounidense está atravesando silenciosamente por una transformación bastante perturbadora.

El Departamento de Defensa está incrementando su liderazgo en los programas de asistencia y entrenamiento de ejércitos extranjeros. El Departamento de Estado, que alguna vez fue la autoridad única en la dirección y monitoreo de tales programas, está cediendo control. Además, los cambios en la estructura del comando geográfico del ejército estadounidense podrían garantizarles a los militares un rol más importante en la forma y aspecto de la política exterior estadounidense allí en donde ésta tiene relevancia, en el terreno.

Estos cambios de críptica apariencia lograrán que disminuyan los controles que realizan el Congreso, las entidades públicas e incluso el sector diplomático sobre una palanca esencial y símbolo de la política exterior. Lograrán también debilitar la importancia de los derechos humanos en nuestras relaciones con el resto del mundo, e incrementarán la tendencia a proyectar el poder global de los Estados Unidos sobre una base primordialmente militar.
Diversos sucesos recientes revelan que se está acelerando la tendencia a aumentar el rol del Departamento de Defensa en la política exterior.

En La administración de Bush se esforzó en ampliar un programa piloto conocido como “Sección 1206” convirtiéndolo casi incondicionalmente en un fondo permanente y de gran escala de ayuda global militar del Departamento de Defensa. El Departamento de Estado, en vez de reaccionar ante este desplazamiento de su autoridad, pidió una reestructuración de la ayuda exterior que cedería gustosamente la administración de los programas de ayuda militar al Departamento de Defensa y reduciría la supervisión del Congreso.

En El ejército estadounidense ofreció planes para hacer una reestructuración geográfica de los comandos y darles un rol más relevante en la coordinación de las actividades de las agencias civiles estadounidenses. El Comando Sur de Estados Unidos, por ejemplo, publicó una nueva “Estrategia de Comando 2016” que se atribuye el rol de coordinador de otras agencias estadounidenses, incluyendo algunas no militares, que operan en la región.

Estos cambios propuestos están todavía lejos de ser un ‘trato hecho’. El Congreso y el próximo gobierno pueden decidir echar atrás esta tendencia. Las siguientes recomendaciones servirán para reafirmar el papel orientador del Departamento de Estado, del Congreso y del público en este aspecto importante de la política exterior. A menos que queramos ver que nuestro ejército se transforma de manera aún más prominente en la imagen de la política exterior estadounidense en el mundo, este es el momento de actuar.

Recomendaciones

1. El próximo gobierno debe reiterar el control del Departamento de Estado sobre entrenamiento militar exterior y programas de asistencia en sus comunicaciones con el Congreso, en las discusiones interagenciales, y sobre todo, en el presupuesto que presenta para los Departamentos de Estado y Defensa.

2. El Congreso debe rechazar este año la reautorización del programa piloto Sección 1206 y la solicitud del Departamento de Defensa de 800 millones de dólares en 2009 como fondos adicionales para “Construcción de Alianzas Mundiales”.

3. El Congreso debe reiterar el control de las operaciones exteriores y de los comités de asuntos exteriores sobre el entrenamiento y equipamiento de militares exranjeros, devolviendo estos programas a los presupuestos de operaciones exteriores, no a los de la defensa. Hasta que no se hayan sacado todos estos programas de los fondos de la defensa, el Congreso, antes de aporboarlos, debe insistir en conocer las solicitudes de presupuesto para entrenamiento militar y equipamiento delos Departamentos de Defensa y Estado documentadas conjuntamente, por país de destinación, en una presentación única al Congreso. Además el Congreso debe anexar a los proyectos de ley de la defensa todas las condiciones de derechos humanos actualmente en la legislación para operaciones extranjeras.

4. El Congreso debe objetar la presunción del Comando Sur de que puede modificar significativamente su misión, estructura y enfoque sin necesidad de llevar a cabo cambios legislativos. El Congreso y el Departamento de Estado deben asegurarse de que la “Estrategia de Comando 2016” del Comando Sur no conllevará a que los militares se apropien de un rol dirigente en las actividades interagenciales. El embajador debe permanecer a cargo del equipo asignado en el país y presidir la coordinación de la implementación de las políticas de Estados Unidos.

5. El Congreso y el Departamento de Estado deben realizar una revisión cuidadosa de la necesidad de lograr una mayor eficiencia y un fuerte liderazgo en los programas de asistencia militar exterior del Departamento de Estado. En esta revisión, una mayor transparencia, responsabilidad y las protecciones a los derechos humanos deben verse como ventajas y no como obstáculos a superar.

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