“Gabriela” fue secuestrada por una pandilla en Honduras y obligada a trabajar como prostituta. Fue disparado dos veces cuando se negó tener relaciones con uno de los líderes de las pandillas. Antes de que sus heridas se hubieran curado, decidió emigrar a los Estados Unidos para reunirse con su madre. Sin embargo, en México fue detenido por hombres armados quienes se identificaron como autoridades. Gabriela terminó presenciando el masacre de muchos de los migrantes viajando en su grupo. Ella pudo escapar y luego fue interceptada por las autoridades después de caminar por días. El gobierno mexicano ofreció mantenerla bajo custodia estatal hasta que cumplió 18 años. Incapaz de reunirse con su madre en los Estados Unidos, decidió regresar a su país a pesar de las amenazas en su contra.