Mujeres que han estado en prisión provenientes de ocho países a lo largo de las Américas vienen dando pasos para construir una red regional con el fin de compartir experiencias e impulsar reformas de políticas, como manera de enfrentar un preocupante incremento en los índices de encarcelamiento a lo largo de la región que impacta a las mujeres de manera desproporcionada.
En lo que constituye el primer taller regional que reúne a mujeres que han estado en prisión de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, México y los Estados Unidos, las participantes se propusieron analizar la situación de mujeres que estuvieron privadas de libertad en las Américas, identificar los elementos que tienen en común, y compartir estrategias de organización y resistencia, con el objetivo final de desarrollar las bases de una red regional de mujeres que estuvieron privadas de la libertad en las Américas.
El taller, titulado “Mujeres libertarias fundiendo rejas” fue organizado por Corporación Humanas Colombia, Mujeres Libres de Colombia y la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), y tuvo lugar en Bogotá, Colombia, los días 17 y 18 de julio de 2019. Contó con 66 participantes, incluyendo 45 mujeres ex-privadas de la libertad, así como familiares y representantes de organizaciones que las acompañan.
Los amplios estudios y testimonios compartidos en el taller proporcionaron claras evidencias de que los sistemas de justicia penal a lo largo de las Américas están basados en una cultura de castigos que ha sido extremadamente perjudicial para las mujeres, sus familias y comunidades, al mismo tiempo que también incumple con brindar los recursos y herramientas para que las mujeres reconstruyan sus vidas al salir de la prisión. Las actuales políticas de encarcelamiento criminalizan la pobreza, violan los derechos de las mujeres y refuerzan los ciclos de violencia.
Ser mujer no es un delito, ser migrante no es un delito, ser pobre no es un delito.(Natacha, México)
Experiencias compartidas dentro de las prisiones
Basadas en sus propias experiencias personales, las mujeres que estuvieron en prisión identificaron problemas que enfrentan a nivel regional, incluyendo abusos a los derechos humanos, sometimiento a tratos o castigos inhumanos o degradantes, y desprotección ante abusos sexuales y/u otras formas de violencia. Además, no tienen acceso a asistencia ni a mecanismos para denunciar violaciones.
Otros problemas identificados a nivel regional por las participantes del taller incluyen el hacinamiento de las prisiones y los castigos colectivos. Las mujeres privadas de libertad carecen de acceso a atención de salud específica de género, medicinas, y otros recursos para prevenir el suicidio y la autoagresión. Al mismo tiempo, muchas de ellas son obligadas por guardias en las prisiones a consumir medicación como mecanismo para controlar sus conductas.
Otro tema explorado en el taller fue la creciente criminalización del aborto y de alternativas reproductivas en varios países de la región, incluyendo a El Salvador y Ecuador (en ambos países se aprecian recientes incrementos de las tasas de encarcelamiento). Estas leyes, que ya de por sí son injustas, se aplican también con mucha frecuencia a mujeres que han sufrido abortos espontáneos o han tenido partos donde el niño o niña nace muerto.
Las participantes del taller también acordaron en que los programas de educación y capacitación proporcionados en prisión resultan penosamente inadecuados y no preparan a las mujeres para obtener empleo cuando salen de prisión. Al mismo tiempo, las mujeres privadas de su libertad también son sometidas a trabajos forzados por parte de empresas que aprovechan la mano de obra barata, pagándoles salarios por debajo del nivel mínimo. A su vez, ello actúa como incentivo para mantener a estas personas encerradas por períodos más largos e impulsa políticas para asignar sentencias más largas. Además, las mujeres enfrentan corrupción al interior de las prisiones y numerosas instancias de privación de recursos, particularmente de alimentación.
Al salir de prisión, las mujeres sufren discriminación debido a estereotipos sociales y percepciones erróneas por haber desafiado sus roles de género “tradicionales”. Algunas son rechazadas por sus familias.
Para mí, lo que hay dentro de la prisión es la denigración del ser humano. Como mujer, todos los derechos humanos son violados. No existe el menor respeto por la humanidad, ni respeto por la dignidad humana.(Paola, Chile)
De hecho, un elemento común entre las mujeres encarceladas a lo largo de las Américas es el quiebre de lazos con sus familiares, amigos y comunidades —con consecuencias devastadoras, particularmente para las madres y sus hijos e hijas. La maternidad al interior de las prisiones es particularmente dura. La mayoría de las veces, la atención prenatal es inexistente. En algunos países, se emplean medios para inmovilizar a las mujeres embarazadas, como grilletes, para transportarlas a hospitales, consultas ginecológicas y durante el parto. Algunos países permiten que los recién nacidos permanezcan hasta cierta edad con sus madres en prisión; en otros lugares, las madres sólo retienen a sus hijos durante unos cuantos meses, días o apenas escasas horas.
Después de vivir alejadas durante muchos años, a las madres les cuesta mucho reconstruir sus relaciones con sus hijos. En los Estados Unidos, por ejemplo, existen informes sobre casos en los cuales madres encarceladas han perdido la custodia de sus hijos, quienes son colocados en establecimientos estatales de acogida y ofrecidos en adopción, dado que la madre es considerada “ausente” de la vida de sus hijos. Hay otros casos en que las autoridades carcelarias incumplen con llevar a las madres encarceladas a sus audiencias en tribunales de familia, o incluso no les notifican sobre citaciones de la corte. En otros países, los niños pueden ser puestos en instituciones del Estado que no satisfacen sus necesidades básicas. Adicionalmente, cuando los niños visitan a sus madres en la prisión, las mujeres no pueden tocarlos, lo cual tiene severas consecuencias para sus relaciones.
Participantes del Primer Taller de Mujeres de las Américas que han estado en Prisión
Mujeres encarceladas en mayor riesgo
Durante el taller, se prestó particular atención a mujeres que pertenecen a grupos en mayor riesgo, incluyendo a personas indígenas, LGBTIQ+ y extranjeras. En particular, las lesbianas y mujeres trans en las prisiones se encuentran más expuestas a la violencia sexual y de otros tipos. Ellas enfrentan un doble estigma — el de ser una mujer que ha estado en prisión y también de ser parte de la comunidad LGBTIQ+ — y experimentan altas tasas de abandono por parte de sus familias. Como castigo, las lesbianas con frecuencia son transferidas de una prisión a otra, y pueden ser colocadas en áreas donde existen las peores condiciones.
Las lesbianas cumplen tres condenas: una por el delito, otra por ser mujer, y una más por ser parte de la comunidad LGBTIQ+.Esperanza, Colombia
Similarmente, las mujeres trans enfrentan más violencia de género y abuso por parte de los custodios penitenciarios (en general, las mujeres trans en las Américas enfrentan riesgos tan altos en términos de violencia mortal que su esperanza de vida promedio se ubica entre los 30 y 35 años). Las mujeres trans también enfrentan riesgos de atención de salud: las participantes del taller se refirieron a mujeres trans privadas de libertad sin más opción para su proceso de transición que inyectarse aceite de cocina en el cuerpo, para enfrentar una situación de absoluta carencia de atención médica adecuada. Adicionalmente, las mujeres trans a menudo son ubicadas en cárceles para hombres, lo cual viola sus derechos de identidad e incrementa el riesgo de violencia sexual. Su acceso a la educación, capacitación y otros servicios está más limitado, ya sea porque se bloquea su participación con la inaudita excusa de que “provocan” a los hombres, o porque se les fuerza a frecuentes transferencias entre establecimientos carcelarios.
Para las mujeres migrantes que cumplen una sentencia lejos de su terruño, se trata de una doble sentencia.(Doris, Argentina)
Las mujeres extranjeras e inmigrantes también experimentan particulares retos. Como no residen en el país donde son detenidas, en muchos casos se cortan sus lazos familiares, sociales e institucionales, aislándolas de sistemas de apoyo que requieren con urgencia. En ocasiones, ni siquiera hablan el idioma del país donde se encuentran, y tienen problemas para entender los procedimientos de justicia penal en un sistema que les es ajeno, ambos factores dificultan mucho más su defensa en los tribunales.
Al salir de prisión, estas mujeres pueden tener una situación migratoria irregular y estar en riesgo de deportación, incluso si se han establecido y tienen con una familia en el país. Enfrentan grandes dificultades para obtener documentos de identidad, y padecen por la falta de vivienda o empleo estables. Todo ello vuelve a las mujeres extranjeras más vulnerables al tráfico de personas, así como a la explotación y el trabajo sexual.
Retos comunes que enfrentan las mujeres al salir de prisión
Aunque muchos de los problemas que las mujeres enfrentan al salir de prisión son similares a los de los hombres, la intensidad y multiplicidad de sus necesidades post-liberación pueden ser muy diferentes. La vasta mayoría de las prisiones a lo largo de las Américas carecen de programas efectivos para dar asistencia a mujeres en su reintegración social al ser liberadas. Para muchas mujeres, resulta más difícil salir que entrar a prisión. Algunos de los retos económicos, sociales y legales que enfrentan incluyen soledad y abandono, discriminación y estigma, ausencia de apoyo psicológico, carencia de las habilidades y educación necesarias para encontrar empleo, problemas para obtener documentos de identidad y para el ejercicio de sus derechos civiles como votar.
En la mayoría de los casos, las mujeres tienen dificultades para encontrar una vivienda decente o empleo formal, enfrentando discriminación debido a sus antecedentes penales. Para complicar aún más el problema, las madres a menudo no pueden recuperar la custodia de sus hijos o vivir con ellos nuevamente hasta que no consigan una vivienda adecuada. Muchas mujeres intentan trabajar de manera independiente o empezar un pequeño negocio; sin embargo, a menudo carecen de la experiencia, recursos y financiamiento para lograrlo. Del mismo modo, muchas de ellas enfrentan problemas de salud debido a la falta de atención médica adecuada dentro de las prisiones. En pocas palabras, el encarcelamiento perpetúa el ciclo de pobreza entre las mujeres.
El encarcelamiento de las mujeres afecta más a la sociedad porque nosotras somos las cuidadoras, y cuando las mujeres son encarceladas, los niños, niñas y ancianos son abandonados y se quedan sin apoyo.(Diana, Colombia)
Experiencias de organización por y para mujeres que han estado en prisión
Pese a estos retos, las mujeres que han estado privadas de la libertad han creado organizaciones para defender sus derechos, así como los derechos de aquellas que aún están privadas de su libertad. Durante el taller, las activistas discutieron el trabajo que vienen realizando con comunidades afectadas en el terreno, para apoyar a mujeres que han estado o están en prisión, y para eliminar el encarcelamiento.
Los grupos de activistas que compartieron sus experiencias incluyen:
El encarcelamiento altera nuestras familias y entornos. Las razones subyacentes a la violencia no se resolverán poniendo a más personas en la cárcel. No entendemos estas razones si seguimos arrojando personas a las cárceles e ignorando por qué la gente hace cosas que dañan a otras personas.(Andrea, Estados Unidos)
Declaración final presentada por mujeres que estuvieron en prisión
Trabajando hacia el futuro
Durante el taller, las mujeres que han estado en prisión abogaron por alternativas al encarcelamiento y plantearon la necesidad de cambiar los paradigmas actuales respecto del encarcelamiento. Las recomendaciones que proponen incluyen:
Al final del taller de dos días de duración, las mujeres que estuvieron en prisión se reunieron para presentar una declaración final que habían redactado colectivamente. En una conmovedora declaración de clausura del evento, 12 mujeres que representaban a diferentes países, orígenes y edades, leyeron sus demandas en sus tres idiomas.
Las mujeres demandaron la construcción e inversión en soluciones lideradas por la comunidad para empoderar a mujeres y niñas ex-privadas de la libertad, incluyendo a integrantes de la comunidad LGBTIQ+; resaltaron la necesidad de abordar las causas que originan el encarcelamiento; exhortaron a los Estados a lo largo de las Américas a respetar sus compromisos internacionales hacia los derechos humanos y establecer un comisionado independiente que supervise las condiciones en las prisiones para mujeres; condenaron la privatización de las prisiones y la búsqueda de ganancias como producto del encarcelamiento masivo; e hicieron un llamado para acabar con el encarcelamiento de niñas y mujeres en todo el mundo.
El taller congregó a mujeres que viven a grandes distancias entre sí, quienes sin embargo experimentaron estrechas conexiones debido a sus experiencias compartidas dentro y fuera de la prisión. Las participantes dijeron que se sintieron empoderadas e inspiradas por estas experiencias comunes, que pusieron de manifiesto las deficiencias más amplias del sistema de justicia penal a través de las Américas. Al brindar una oportunidad para que mujeres que estuvieron conectaran, debatiera y se aconsejaran mutuamente, el taller regional representó un importante paso hacia la creación de un movimiento liderado por y para las mujeres en prisión y que han estado en prisión en las Américas.