WOLA: Advocacy for Human Rights in the Americas
3 Nov 2006 | | News

¿Suficientemente libre y justas? Instituciones electorales venezolanas y la campaña presidencial

Presentación por Pedro Nikken de Ojo Electoral en el seminario organizado por WOLA en noviembre de 2006 antes de la reelección en diciembre del Presidente Hugo Chávez en Venezuela. 3 de noviembre 2006.

 

 

 

PRESENTACIÓN  DE PEDRO NIKKEN, EN NOMBRE DE “OJO

ELECTORAL”, SOBRE EL PANORAMA ELECTORAL

VENEZOLANO EN 2006

 

Comienzo por agradecer a WOLA la convocatoria a esta reunión así como la distinción que se ha hecho a Ojo Electoral y mí personalmente al invitarnos a expresarnos ante esta audiencia calificada e interesada en América Latina y particularmente en Venezuela, con toda la atención que suscita el devenir político y social del país en los tiempos presentes.

 

Ojo Electoral, a la que me honro en representar en este acto, es una organización no gubernamental que ha sido creada dentro del tenso escenario político venezolano, en vísperas del referéndum revocatorio convocado por la oposición política al Presidente Chávez desde el año 2003 y que tuvo lugar en agosto de 2004. Es una organización creada frente a “la urgencia de crear en la ciudadanía credibilidad en la salud del sistema y de los principios democráticos, de robustecer la fe en las instituciones democráticas y contribuir a garantizar la libertad, transparencia y eficacia del sufragio.” Los fines principales de la esta organización no gubernamental, son definidos en su documentación corporativa en el sentido de propiciar: A.- Propiciar la concurrencia a las urnas de los electores B.- Colaborar con el Consejo Nacional Electoral, y apoyar a los electores para que las etapas del proceso electoral y los procesos de elecciones se desarrollen dentro de un marco de libertad y transparencia.

 

Desde su fundación, Ojo Electoral ha procurado que su integración comprenda a personas que no piensen igual. Que tengan distintas interpretaciones de la realidad nacional y diferentes posiciones políticas, pero que sean capaces de unirse en torno del objetivo común de fortalecer el sistema electoral y su credibilidad como medio para elegir las distintas instancias del gobierno y para que la voluntad popular sea el supremo árbitro de la controversia política. Esto, que debe ser el patrón normal dentro del que se desenvuelve una sociedad democrática, resulta una tarea difícil, a veces muy difícil, en la escena venezolana actual.

 

Ojo Electoral es una organización que emana de la sociedad civil que aspira al óptimo funcionamiento de instituciones públicas vinculadas con la plenitud de los derechos humanos; no puede, por lo tanto, renunciar a una aproximación crítica a esas mismas instituciones. Dentro de ese contexto, desde luego, ha procurado mantener una relación constructiva con el Consejo Nacional Electoral, sin menoscabo de la autoridad de este cuerpo ni de la independencia de nuestra organización. Aunque no siempre hemos estado satisfechos y presumimos que tampoco el Consejo lo ha estado, por nuestra parte hemos insistido en tener una relación correcta con la autoridad electoral. En ocasiones no ha sido una relación fácil, pero dentro de las dificultades, hemos logrado, hasta ahora, realizar nuestro trabajo de observación, y en no pocas ocasiones, nuestras observaciones han sido aceptadas por la autoridad electoral. Confiamos en que podremos seguir trabajando en armonía y constructivamente.

 

Debo advertir que intento expresar en esta presentación los puntos de vista y posiciones que compartimos en Ojo Electoral, de modo que me abstendré de referirme a materias que sean de mi personal opinión y que no entienda como objeto del consenso del grupo. Aunque esto limita en cierta forma esta introducción, espero que la dote de mayor representatividad sobre lo que somos y lo que hacemos.

 

Voy a referirme primero a ciertos factores que perturban la normalidad electoral, que forman parte del entorno político. Después pasaré revista a nuestra agenda de trabajo. Por último, presentaré algunas observaciones y conclusiones generales sobre ciertas expectativas relacionadas con las próximas elecciones venezolanas

 

  1. El entorno político

No intentaré simplificar el complejo proceso que se ha desarrollado dentro de la sociedad venezolana para configurar la actual situación, sino únicamente poner de relieve ciertos aspectos que manifiestamente concurren para enrarecer el clima político y electoral.

 

1.1             La polarización

Ya es un lugar común referirse a la polarización política existente en Venezuela y los extremos a los que ha llegado la intolerancia. Las partes en la controversia política tienden a observarse recíprocamente como enemigos que deben destruirse más que como adversarios que compiten para hacer prevalecer su proyecto político. Para unos, una derrota a su proyecto, aun por la vía electoral, significaría una catástrofe en la que perecerían las esperanzas populares, es
pecialmente de los más pobres y se entregaría la dirección del país a agentes encubiertos del gobierno de los Estados Unidos. Para otros, la consolidación del proceso que encabeza el Presidente Chávez, aun por la vía electoral, es también una catástrofe que liquidaría indefinidamente la democracia en Venezuela.

 

La polarización ha afectado a todas las capas del tejido social, pero sobre todo a las capas medias y altas. Las líneas editoriales de los medios de comunicación tanto públicos como privados, por ejemplo, no se limitan a tomar partido por las opciones en pugna, sino que incluso la línea informativa queda a menudo sesgada políticamente. Desde sectores extremos de la oposición, cualquier posición moderada frente al gobierno, incluso si es crítica, es a menudo descalificada como “colaboracionismo” con un proyecto totalitario. Desde sectores del gobierno, a veces muy influyentes, tienden a descalificarse como “golpistas” críticas que emanan de la sociedad civil organizada en ONGs que no tienen ni persiguen fines partidistas.

 

La polarización, en fin, se nutre y se acentúa por la desconfianza presente en el escenario político. La desconfianza hacia el Consejo Nacional Electoral como árbitro del proceso y hacia ciertas condiciones del mismo ha sido un fuerte argumento utilizado por sectores radicales de la oposición para promover y alentar la abstención.

 

1.2             La correlación de fuerzas

No me refiero específicamente a la correlación de apoyo popular, sino a una confrontación desigual. El gobierno es fuerte. Goza de apreciable respaldo popular; es dueño de todo el poder político; de la renta petrolera; y comanda las fuerzas armadas no sólo militar sino también políticamente. Tiene además enfrente una oposición débil, con algunos sectores cuyo apego a las reglas de la democracia es dudoso y, sobre todo, carente de conducción política, hasta hace apenas dos meses, cuando cristalizó la candidatura del gobernador Manuel Rosales, que le da un liderazgo provisional. Además, siguiendo a los más radicales, en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2005, a último minuto los partidos de oposición retiraron sus candidatos, de modo que la oposición quedó totalmente excluida de la Asamblea Nacional, lo cual introduce un factor más de anormalidad en el escenario político.

 

  1. La agenda electoral en noviembre 2006

El tema de la abstención nos preocupó hasta que la oposición de unirse y presentar la candidatura del gobernador Manuel Rosales es un indicio de que habrá una participación electoral normal. La abstención, por lo tanto, ha pasado a un plano diferente en la agenda electoral.

 

Los temas que han ocupado y ocupan la atención de Ojo Electoral en la actualidad, son los que ha suscitado el propio Consejo Nacional Electoral y los que resultan de las demandas de los paridos políticos y de otros sectores organizados de la sociedad.

 

2.1 Registro Electoral

El registro o padrón electoral ha sido objeto de numerosos cuestionamientos y análisis. Nuestra conclusión, que coincide con esos estudios, es que el registro electoral presenta inexactitudes e inconsistencias, pero que no invalidan el registro para la próxima elección presidencial, pero sí podrían plantear problemas importantes para elecciones sucesivas.

2.2 Los dispositivos “capta-huellas”

La utilización de las llamadas “máquinas capta-huellas” ha sido decidida por el Consejo Nacional Electoral como un medio para evitar el doble voto. Cada elector registra su huella digital en un lector electrónico que la transmite a una base de datos y la compara con la de las otras personas que han votado, con lo cual se detectaría si la persona que se presenta a votar en una mesa electoral ya ha sufragado antes en otra. Sin embargo, también se ha especulado sobre este sistema como un mecanismo para romper el secreto del voto. En Ojo Electoral consideramos que este procedimiento no es necesario ni especialmente útil para evitar el doble voto y que, a pesar de que hay garantías técnicas de que no rompe el secreto del voto, la creencia extendida de que sí lo hace aconseja la posposición de su utilización para próximas elecciones, como un medio de proteger la libertad de cada elector. Está pendiente una eventual decisión del CNE sobre el tema.

 

2.3          El sistema automatizado de votación

Este ha sido un importante nudo de la desconfianza electoral. Hemos trabajado en la auditoría técnica del sistema como observadores nacionales. Según los informes que hemos recibido de nuestros técnicos, el sistema automatizado de votación, tal como ha sido implementado para la elección del 3 de diciembre, es apropiado y seguro. Para operar las máquinas en sus diversas etapas es necesario introducir una contraseña que está dividida en tres segmentos, que sólo conocen tres personas distintas. Están ciertamente inhabilitadas para recibir información y han pasado satisfactoriamente una auditoría en la cual han participado técnicos designados por los candidatos presidenciales y en la que Ojo Electoral ha estado presente como observador nacional.

 

También se ha dispuesto una auditoría de la votación. En todas las mesas habrá una urna en la que cada elector depositará su voto impreso, el cual le será entregado por la máquina cuando vote. Aleatoriamente se seleccionará una muestra de más del 50% de las mesas, en las cuales se contarán los votos impresos y se compararán con los resultados del escrutinio electrónico. Algunos sectores han insistido en que debería hacerse el escrutinio manual en el 100% de las mesas. Este pedido, desde el punto de vista técnico, en nuestra opinión no se justifica, puesto que una muestra de más de la mitad de las mesas es más que suficiente. En cambio, no creemos que esté bien resuelto el tema de lo efectos de esta auditoría, en particular para el poco probable caso en que ella revele una inconsistencia relevante entre el escrutinio manual y el electrónico. Se trata de una materia sobre la que todavía el Consejo no ha dado muestras de tomar nuevas decisiones.

 

2.4             La pulcritud del acto de votaciones y su resultado

Ojo Electoral tiene todo dispuesto para ser observador nacional en las elecciones del 3 de diciembre. Hemos sido informados que la semana pasada el Consejo aprobó finalmente nuestra solicitud de ser observadores nacionales de las votaciones del 3 de diciembre, sujeto a la firma de un memorándum de intención. Esperamos tener la acreditación formal en los próximos días. Si no la obtuviéramos, de todos modos emprenderemos la observación, aunque con limitaciones que no sufriríamos si alcanzamos  los acuerdos apropiados con el CNE.

 

Aspiramos tener hasta 1.200 observadores, que informarán sobre los distintos aspectos del desarrollo de las votaciones. Estaremos presentes, donde corresponda, en las auditorías que se harán en las mesas que se seleccionen. También haremos conteo rápido en una muestra representativa de mesas, sobre resultados reales. Podremos así formarnos nuestra propia idea sobre lo que ocurra ese día.

 

  1. Conclusión: ¿Qué esperamos?

¿Por qué las elecciones venezolanas despiertan tanta atención internacional? Los problemas técnicos que se encaran son manejables y varios de los problemas políticos a los que me he referido están también presentes en otros escenarios electorales sin concitar tanta preocupación.

 

En Venezuela, por una parte, se vive un proceso de cambios que llama la atención en el entorno internacional, por curiosidad, en cuanto tienen de positivos, y por cierta alarma en cuanto se perciben como reñidos con valores de dimensión universal.

 

En particular, se subrayan a menudo signos preocupantes con respecto a la adhesión a los valores de la democracia como medio para dotar de rumbo al Estado. Gobierno y oposición se descalifican mutuamente en cuanto su adhesión a la democracia. Desde la oposición florecen acusaciones contra el gobierno, conceptuándolo como una dictadura o un régimen totalitario, mientras que desde el gobierno es usual identificar a la oposición con el golpismo. La idea de cada uno parece no tanto la de ganar en el juego democrático sino la de sacar de él al contendiente. Hago mención a continuación, sin pronunciarme sobre ellas, de algunas de las alegaciones que se hacen, con algún fundamento aparente,  para desvirtuar la condición democrática de la contraparte.

 

Contra el gobierno se invocan argumentos para desconfiar de su virtud democrática. La concentración de poder en cabeza del Presidente de la República y el exagerado personalismo que se advierte en la conducción del Estado, unidos a un estilo que se percibe como excesivamente agresivo, intolerante y descalificador del adversario. La discriminación política contra quienes, en ejercicio del derecho a la participación política explícitamente reconocido por la Constitución de 1999, suscribieron la solicitud de referéndum revocatorio del mandato del Presidente de la República. Las reformas a la legislación criminal para introducir nuevas modalidades de delitos políticos y de opinión. La instauración de persecuciones penales que son percibidos por la oposición como instrumentos para la represión de la disidencia política. La alta participación de oficiales de las Fuerzas Armadas en la administración civil. La promoción
y aprobación preliminar de ciertas leyes, como la de Cooperación Internacional, cuya aplicación amenazaría gravemente la supervivencia de la sociedad civil organizada autónomamente. El reiterado anuncio del Presidente de la República de que piensa introducir reformas a la Constitución para permitirle nuevas reelecciones y permanecer en la presidencia hasta el año 2021 e incluso indefinidamente. El anuncio sobre la posible creación de un partido único. La pública amistad con países cuyos sistemas de gobierno se han alejado rotundamente de la democracia.

 

Del otro lado, tampoco faltan argumentos para acusar a la oposición de no apegarse juego democrático. Su equívoca reacción frente al golpe de estado de abril de 2002 y su papel frente a la huelga indefinida convocada a fines del mismo año. La insistencia de algunos voceros sobre la existencia de un fraude en el referéndum revocatorio de 2004, que jamás pudo comprobarse. La descalificación más o menos abierta de la vía electoral como medio para cambiar la correlación de fuerzas en Venezuela, sin proponer alternativa alguna dentro del orden legal. La consideración de las elecciones como una suerte de trampa del gobierno para obtener legitimidad y, simétricamente, la prédica de la abstención como un medio para restar legitimidad al gobierno sin expresar qué consecuencias podrían extraerse de semejante pérdida de legitimidad. La falta de claridad de algunos sectores frente a ciertas posiciones del gobierno de los Estados Unidos.

 

Reitero que no es mi propósito aquí el de dar mi opinión sobre este catálogo de eventos. Me limito a verificar y a subrayar que las percepciones de sí mismos que los oponentes políticos han transmitido a sus contrapartes abona poco a la credibilidad de su apego integral e inquebrantable a relevantes valores de la democracia.

 

Ojo Electoral ha notado que, dentro de este contexto, las elecciones pueden tener un valor adicional al que usualmente tienen como conducto para la expresión de la voluntad popular para escoger el gobierno. Las elecciones se presentan como una oportunidad para que gobierno y oposición practiquen las reglas del juego democrático y tienen la aptitud para configurar un punto de encuentro dentro del combate político y para permitir a la sociedad expresar una correlación que debe ser respetada en todo cuanto ella representa, por ganadores y perdedores.

 

Pero por otro lado, las elecciones pueden ser también un escenario para el incremento de la polarización, la agresión, el ejercicio excesivo del poder y la confrontación mediática provocadora, divisora y poco constructiva. Las elecciones pueden polarizar más al país y acercarlo de nuevo a un difícil escenario de confrontación y de rupturas aún más graves.

 

 

El esfuerzo de Ojo Electoral en influir sobre las condiciones electorales ha tenido, en ese contexto, un doble propósito. En primer lugar, hacer todo lo necesario para que, a pesar del desequilibrio de poder existente en el país, las elecciones sean justas y limpias, con el respeto que merecen las leyes venezolanas y los estándares internacionales. En segundo lugar, para poner de relieve la importancia de la participación electoral y evitar el callejón sin salida de un gobierno cada vez más poderoso y una oposición sin existencia política, que se desconocen recíprocamente como factores legítimos y que, por lo mismo, el presagio de diferentes formas de desenlace no democrático para el proceso venezolano.

 

La concurrencia a las urnas es esencial para robustecer la democracia. Estamos persuadidos de que la concurrencia masiva del pueblo a votar, cualquiera sea el ganador, comporta en sí mismo un resultado que nadie podrá desconocer: el pueblo adhiere a la democracia, y vota por las elecciones. Eso lo afirmará, con su comparecencia, la totalidad de los votantes, sea cual sea su preferencia. Una demostración popular categórica en esa dirección constituye un mandato para todos los candidatos, cuyo respeto debe articular especialmente quien resulte ganador, porque el voto que deposite por cualquier candidato tiene el mismo componente de dignidad ciudadana, sin discriminación alguna. En esa dignidad, en la del votante por el gobierno y en la del votante por la oposición, se arraiga la soberanía popular y encuentra su legitimidad la democracia. Por eso entendemos que, quien obtiene el mandato, no puede abjurar de la democracia sin renegar de su propia investidura; y también que quien se erige en defensor de la democracia no puede valerse como instrumento de lucha de la renuncia a las elecciones como mecanismo para participar y para decidir.

 

Naturalmente, esto presupone que haya elecciones periódicas auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores”, como lo ordena el artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, o de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo”, como lo postula el artículo 3 de la Carta Democrática Interamericana. Consideramos que estos extremos deben ser observados con rigor, pero que no basta para descalificar su concurrencia la mera sospecha o las apariencias, ni que algunas imperfecciones basten para afectar la corrección de las elecciones.

 

Las elecciones de diciembre de 2006 determinarán cuán arraigada está la cultura democrática en el país. En el supuesto de que el Presidente Chávez, contra los pronósticos de las más importantes firmas encuestadoras, resulte derrotado, tendrá ante sí la gran oportunidad de disipar toda duda con respecto a su apego a las reglas de juego democrático, y disponerse a continuar sus luchas desde la oposición. Si la elección favorece al gobierno, entonces será el gobernador Rosales y el equipo que ha conformado para desafiar al Presidente Chávez quienes tendrán por delante la tarea pendiente de construir una oposición coherente, que pueda abrirse paso en medio de condiciones políticas realmente adversas, sin fuerza parlamentaria y con un espacio reducido, para estimular un debate inteligente sobre muy delicadas materias que parecen estar en la agenda del Presidente para el caso en que sea reelecto.

 

Creemos que el porvenir, si no la suerte, de la democracia venezolana estará signado por el tono con el que el perdedor asuma el resultado. Sigue vigente, ¡quién lo diría! el reclamo que formuló, en la primera década del siglo XX, el escritor y humanista Rómulo Gallegos, quien más tarde fue el primer Presidente de la República elegido directamente por el pueblo, derrocado nueve meses después por el Ejército: “No basta el hecho de que los partidos puedan mañana medir sus fuerzas de paz en los comicios, ni aun la conquista moral que obtengamos, cuando éstos puedan llevarse a cabo libres de la coacción del poder, porque este mismo triunfo, de toda legalidad, puede fácilmente convertirse en causa de nuevas violencias, si los contendores no son capaces de enfrenar sus pasiones ante el imperio de la ley.

 

Creemos que es muy importante que los candidatos se preparen tanto para la victoria como para la derrota. La transparencia del proceso electoral, que es un bien por sí mismo, debería contribuir a que quien no resulte favorecido esté en las mejores condiciones para ejercer una función de la que ha carecido dramáticamente la democracia venezolana como es la de conducir y organizar la oposición democrática, ofreciendo nuevas alternativas y nuevas esperanzas al pueblo venezolano.

 

La democracia reconoce el derecho a disentir. La disidencia es una necesidad de la democracia y organizarla es deber de los que disienten. Ella es fuente de nuevas esperanzas, de nuevas búsquedas, de nuevas alternativas. La propia dinámica de una gestión democrática debería llevarla a ser la de la mayoría, desde el gobierno, con la minoría, desde la oposición. La democracia está llamada a funcionar como un proceso de codeterminación del pueblo, que es precisamente el llamado a decidir periódicamente cual es la orientación que ha de predominar en la interacción mayoría-minoría. Por eso, todo ganador debe respetar a las minorías y convivir con ellas, no procurar su destrucción en el seno de la polarización.

 

La transparencia de las elecciones es una condición para que esa difícil operación política pueda ponerse en práctica y también un vehículo para ella. Por eso, la transparencia no debe ser cuidada solamente por el Consejo Nacional Electoral, sino que debe ser el fruto de la participación y observación de todos los electores, la sociedad civil organizada y de la comunidad internacional. Esperamos que las fases que restan de este proceso estén signadas por la transparencia y de que nosotros en Ojo Electoral estemos en condiciones de así verificarlo y atestiguarlo.

 

Washington, 3 de noviembre de 2006