La toma de posesión del segundo mandato de Donald Trump el 20 de enero ha reavivado las especulaciones sobre lo que 2025 podría traer para Venezuela. A pesar de la evidente falta de legitimidad y de los esfuerzos de la comunidad internacional por negociar una transición democrática, el férreo control de Nicolás Maduro sobre el país se extenderá por otro período de seis años. La líder opositora María Corina Machado sigue firme en su convicción de que esta es una lucha “hasta el final”. Sin embargo, la realidad en el terreno es menos alentadora. Con más de 1,600 personas encarceladas por razones políticas, el chavismo no ha mostrado escrúpulos a la hora de reprimir protestas, criminalizar a la sociedad civil y arrestar a quienes se atreven a disentir.
De cara a 2025, WOLA conversó con Juanita Goebertus Estrada, directora de la División de las Américas de Human Rights Watch, y Mariano de Alba, especialista en derecho internacional. Juntos, analizamos los esfuerzos en curso para lograr una transición democrática y resistir que se reduzca más el espacio cívico ya reducido de Venezuela. También exploramos los posibles enfoques de la administración Trump y de otros actores internacionales, así como los peligros de las “soluciones fáciles”.
I. La elección del 28 de julio debilitó la legitimidad de Maduro, aunque no logró una transición
Es fácil descartar como ingenuos o inútiles los esfuerzos coordinados de la oposición para lograr una transición democrática a través de la vía electoral. Después de todo, a pesar del tiempo y esfuerzo que la comunidad internacional invirtió en negociaciones con el chavismo, Maduro y sus aliados terminaron robándose las elecciones. Pero la historia no es lineal. La elección del 28 de julio aún puede demostrar ser un elemento crucial hacia la transición democrática por la que la mayoría de las personas venezolanas votó.
Las elecciones presidenciales expusieron grietas en la base de apoyo tradicional de Maduro. Como destacó Juanita Goebertus en nuestra conversación del 23 de enero: “Es hoy un régimen que se sostiene únicamente en el poder de las armas que perdió legitimidad incluso en aquellos sectores populares, barrios de Caracas que históricamente habían votado por el chavismo, que según los resultados que han sido publicados en las actas darían cuenta de un triunfo muy importante de Edmundo González, incluso en esos barrios”.
El gobierno de Maduro ha respondido a esta falta de legitimidad internacional aislándose de las naciones occidentales y rechazando los intentos de sus vecinos de mediar en la crisis. Para el experto en relaciones internacionales Mariano de Alba, este aislamiento no debe interpretarse como un signo de que el colapso del régimen es inminente. “Yo creo que el gobierno de Maduro ha estado en momentos parecidos en los últimos los últimos 10 años y, a través de diversas técnicas, ha logrado obtener un nuevo aire”. En esta ocasión, ese respiro ha venido del respaldo de estados no occidentales, tanto grandes (Rusia y China) como pequeños (Cuba y Turquía, entre otros).
II. La oposición debe mantener un enfoque unificado y desarrollar estrategias innovadoras en un nuevo capítulo de autoritarismo
Bajo el liderazgo de María Corina Machado, la oposición venezolana entra ahora en un nuevo y más impredecible capítulo del autoritarismo. Aunque su campaña fue ampliamente considerada como efectiva a pesar de las circunstancias, la oposición necesita re-calibrar constantemente su estrategia para adaptarse a la deriva autoritaria de Venezuela. Lo más importante es que debe crear espacios de coordinación interna efectivos. “Esto es un momento para evitar que la oposición se canibalice, para evitar repetir errores del pasado de dividirse”, advierte Goebertus.
Para afrontar esta nueva fase del autoritarismo, Mariano de Alba subraya algunos pasos clave que la oposición podría tomar en el futuro inmediato. Uno de ellos es revitalizar los esfuerzos de organización dentro de Venezuela. Con Edmundo González en el exilio, la oposición ha concentrado sus recursos en foros internacionales. Esta maratón diplomática, aunque crucial para mantener la presión, “le ha dado una excesiva prioridad al tema internacional, descuidando un poco los esfuerzos internos”.
Un cambio clave que podría facilitar avances sería renovar la estructura de la oposición, que corre el riesgo de volverse demasiado rígida. “Producto de la represión, el liderazgo de la oposición política venezolana ha venido desplegando un liderazgo muy vertical. Yo creo que es momento de replantear eso”, señala de Alba. En contextos autoritarios como el de Venezuela, el éxito depende de la capacidad de la oposición para emplear tácticas diversas y creativas. Apostar por una única estrategia conlleva el riesgo de estancamiento.
III. El papel de la sociedad civil y la resistencia interna sigue siendo fundamental
La sociedad civil venezolana—durante mucho tiempo un pilar de resistencia ante la deriva autocrática del país—ha sido golpeada duramente tras las elecciones del 28 de julio. “El sentimiento ahora en Venezuela es de mucho temor, producto de la brutal represión”, comenta de Alba. “Si ya antes era difícil y el espacio de la sociedad civil era limitado, ahora se ha vuelto mucho más difícil, aunque no imposible”.
Todavía hay mucho que perder en términos de espacio cívico, y Estados Unidos y otros actores internacionales deben tener esto en cuenta en su respuesta a la situación. Una vez que ese espacio se pierde, también se pierden los esfuerzos para documentar violaciones de derechos humanos y apoyar a las víctimas. Para decepción de de Alba, la reacción de Occidente tras la toma de posesión de Maduro el 10 de enero—principalmente sanciones contra altos funcionarios—no ha sido efectiva. “Pienso que terminan siendo muy simbólicas. Son funcionarios del gobierno que saben que si hay un cambio, tienen mucho que perder. Los sancionados son ellos, así que es posible que personas vinculadas— testaferros—sean quienes estén manejando el dinero o viajando fuera de Venezuela”.
En su lugar, las democracias occidentales deberían priorizar el apoyo a la sociedad civil. “Creo que la tarea principal de la comunidad internacional occidentel es hacer un esfuerzo para nuevamente tratar de abrir el espacio cívico en Venezuela. Esa tiene que ser su tarea”.
IV. La estrategia de la administración Trump sigue siendo incierta, pero hay errores que definitivamente debería evitar
Aunque los primeros días de la administración Trump han dado algunas señales sobre su postura hacia Venezuela—particularmente a través de una publicación del enviado especial Richard Grenell—todavía no está claro cuál será su enfoque final. Las diferencias dentro de la administración, entre figuras como Marco Rubio y sectores más pragmáticos del movimiento MAGA, podrían definir la estrategia estadounidense con respecto a Venezuela.
Si Marco Rubio se impone, podríamos ver un retorno a la campaña de máxima presión que la administración Trump implementó en 2019. Pero, ¿funcionaría? Mariano de Alba tiene dudas. “Es difícil decirlo. Al menos en su primera versión, esa máxima presión cohesionó al gobierno de Nicolas Maduro, internamente y con las fuerzas armadas porque el gobierno de Maduro fue capaz de vender la idea de que estaba sometido a una especie de conspiración internacional. Y dos, abrió puertas y acercó al gobierno de Maduro también a otros actores internacionales no occidentales que ahora están siendo muy útiles para que el gobierno de Maduro siga teniendo algunos ingresos económicos”.
O quizás, como algunos han sugerido, los partidarios de una línea dura de EE.UU. hacia Venezuela podrían decidir que ha llegado el momento oportuno para una intervención militar directa. Juanita Goebertus ve un gran problema con esto: “No hay el apetito en EE. UU. para una aventura militar de ninguna manera. Trump fue elegido, en general, para tratar de reducir el nivel de intervención militar internacional de EE.UU.”.
También está la cuestión de si una intervención militar funcionaría. De Alba, nuevamente, es escéptico: “Parte del riesgo que surge de esas operaciones, por más que lucen muy improbables—como ya Juanita dijo—es que, si esas operaciones salen mal, como ya ocurrió en Venezuela con la Operación Gedeón en 2020, eso tiene el efecto de atrincherar más y darle más oxígeno al gobierno de Maduro. Y si se lleva a cabo, también es cierto—y yo creo que, como venezolano, es algo que hay que deplorar—es muy probable que muchos venezolanos inocentes terminan perdiendo la vida”.
No hay indicios claros de que la administración Trump esté avanzando hacia alguna de estas opciones. Pero el post de Richard Grenell sugiere que están abiertos al diálogo con Maduro. Aquí es donde podría encontrarse un camino a seguir que dé frutos, según de Alba. “Tiene que ver que espacio hay para avanzar. La estrategia no puede ser, ‘No, bueno, de ese gobierno nosotros no queremos saber nada, nos aislamos de él”, no, no, no. Cómo puede ayudar la comunidad internacional es justamente tratando de ver qué puede”. Sin embargo, no está claro hasta qué punto existe un esfuerzo coordinado dentro de la administración Trump para avanzar en este sentido.
Sin embargo, el camino del diálogo está también lleno de obstáculos. “Me preocupa mucho que esa ala más pragmática—incluso del lobby pro-petróleo dentro de la coalición cercana a Trump—pueda terminar ganando la mano y haciendo un acuerdo entre machos que le permita a Trump decir que fue pragmático con los migrantes y que lo otro quede en paralelo”, advierte Goebertus.
V. Conclusión
Venezuela navega en aguas desconocidas. Aun así, millones de venezolanos permanecen en el país y han votado por la democracia. La comunidad internacional no debe olvidarlos. “Construir una nueva ventana de oportunidad para tratar de generar una transición a la democracia en Venezuela supone una serie de medidas articuladas para generar incentivos que busquen al final que el régimen de Nicolás maduro tenga más que perder de mantenerse en el poder y más que ganar de salir”. señala Juanita Goebertus. “Eso es lo que puede empujar una transición en algún momento”.
Además de combatir la sensación de fatiga en torno a la situación de Venezuela, no se debe externalizar su crisis. La construcción y el fortalecimiento de mecanismos internos sobre el terreno son claves para contrarrestar el manual del autoritarismo. Finalmente, relacionado con este último punto, está el papel de la sociedad civil. No es posible realizar un análisis objetivo y basado en evidencia sobre la situación política, económica y de derechos humanos sin que la sociedad civil documente la realidad en el terreno. Los actores internacionales deben recordar que, aunque asediadas por la represión y la criminalización, aún existen organizaciones de la sociedad civil, líderes sociales, activistas y periodistas en Venezuela que necesitan apoyo para preservar el espacio cívico.
Ahora no es el momento de tirar la toalla.