WOLA: Advocacy for Human Rights in the Americas

AP Photo/Gregorio Marrero

5 Dic 2017 | Análisis

¿Por cuánto tiempo puede Venezuela contar con Rusia y China?

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Esta pieza fue publicada originalmente en el blog, “Política venezolana y derechos humanos” por WOLA, un recurso único para periodistas, politólogos, académicos, activistas y otros interesados en entender la situación actual en Venezuela.

El 2 de noviembre, el presidente de Venezuela, Nicolas Maduro, anunció que su gobierno efectivamente comenzaría un esfuerzo para reestructurar y refinanciar la deuda externa del país. Hay una serie de preguntas acerca de cómo exactamente el gobierno se acercaría a este proceso, particularmente considerando las recientes sanciones de los Estados Unidos a la emisión de nuevas deudas, y el hecho de que Maduro nombró al vicepresidente Tareck El Aissami como líder del esfuerzo. Como Aissami ha sido incluido en la lista de “Kingpin” de los Estados Unidos, los tenedores de bonos probablemente no se involucraron con él, incluso si la negociación de nuevos acuerdos de deuda no va en contra de las sanciones estadounidenses.

El movimiento viene justo antes de un pago de deuda de alto perfil del gigante petrolero PDVSA–propiedad del estado–el 27 de octubre, que centró la atención en una fuente cada vez más importante de capital para el país: Rusia. Venezuela ha encontrado en Rusia una fuente de préstamos rápidos y acuerdos petroleros, que han sido esenciales para los esfuerzos del gobierno por mantenerse a flote. A cambio, como informó The New York Times esta semana, Rusia está “obteniendo una ventaja estratégica en el patio trasero de Washington”. A corto plazo, parece que Rusia está dispuesta a aceptar los altos riesgos asociados con el préstamo a Venezuela a cambio de un papel cada vez mayor en la industria petrolera del país.

Esto ha sido un punto de mayor preocupación para los estrategas políticos estadounidenses. La ley de asistencia humanitaria y defensa de la gobernanza democrática de Venezuela, da el trabajo de formar un informe sobre las actividades de Rusia en Venezuela al Departamento de estado y la comunidad de inteligencia. Esta ley fue aprobada por la Comisión de Asuntos Exteriores el 28 de septiembre y espera la consideración de la Asamblea completa.

Gran parte de la discusión sobre los respaldadores internacionales de Venezuela comparado a Rusia y China, con algunos pintados a ambos como “habilitadores” del gobierno de Maduro. Sin embargo, estos argumentos oscurecen más de lo que revelan.

Por un lado, el apoyo económico de Rusia tiene límites claros. Como ha señalado Mark Galeotti, investigador principal del Instituto de Relaciones Internacionales de Praga, la economía de Rusia se ha degradado debido a las sanciones y una declinación en los precios de petróleo en el mercado global. Como señala Galeotti, Rusia tiene un PIB más pequeño que el del estado de Nueva York, y su capacidad para proyectar su poder en el extranjero es algo exagerada. Si bien el gobierno ruso ha estado dispuesto a aceptar mayores riesgos en respaldar a Maduro, no parecen tener los recursos para proporcionar una línea de vida indefinida.

Por otro lado, el gobierno de China tiene una capacidad mucho mayor para hacerlo, pero parece estar más interesado en mirar más allá del gobierno de Maduro que sus homólogos rusos. China es el mayor acreedor del gobierno venezolano, y como tal tiene más que perder que Rusia en el caso de un impago Venezolana. Desde 2014, China ha prestado más de $60 mil millones a Venezuela, a cambio de envíos de petróleo y acceso preferencial a acuerdos de negocios, incluso permitiendo a Venezuela atrasarse en pagos para evitar un impago. Sin embargo, a diferencia de Rusia, en 2016 China dejó a de emitir nuevos préstamos a Venezuela. Desde entonces, representantes chinos han participado en reuniones no oficiales con miembros individuales de la oposición, buscando garantías que la deuda seria honrada en el futuro. Recientemente, PetroChina anunció que su afiliado estadounidense respetaría las sanciones que los Estados Unidos impusieron en agosto. Adicionalmente, según los informes,  China no tiene más paciencia con el aumento de los retrasos en los cargamentos de crudo Venezolano.

Curiosamente, hubo índicos de tensiones en la relación en la respuesta de China al anuncio de reestructuración/refinanciación de Maduro. En una declaración, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hua Chunying, dijo que China había “tomada nota de las noticias, y también del compromiso de Venezuela de seguir cumpliendo sus obligaciones”. Sin embargo, también dijo que “por ahora, todos los esfuerzos están funcionando correctamente y vamos a seguir colaborando,” llevando a algunos analistas a percibir una nota de amargura en la respuesta (con énfasis en “por ahora”).

Los analistas de relaciones internacionales han señalado otros dos incentivos claros para que China apoye una resolución de la crisis Venezolana. Ambos están relacionados con las ambiciones de China como una superpotencia mundial en ascenso, especialmente para el liderazgo de China mientras que la administración de Trump adopta un enfoque más interno de “América Primero” para la política extranjera.

El primero de estos motivos, puesto claramente, es que servir como un salvavidas para el gobierno de Maduro es malo para la “marca” de China en América Latina. En un momento en que China está tratando activamente de profundizar los acuerdos comerciales en la región, es lógico que apoyar un gobierno que está impulsando una migración masiva es impopular entre los gobiernos latinoamericanos. El académico de relaciones internacionales Oliver Steunkel ha señalado que los gobiernos de Colombia, Brasil, Argentina y otros lugares de la región están en una posición única para presionar a China sobre la situación Venezolana durante reuniones entre sus respectivos funcionarios. Como escribe Steunkel: “China sólo dejará  de apoyar a Maduro cuando cree que el costo—tanto económico como político—de hacerlo excede el de perder un aliado en Sudamérica”.

La segunda razón por la interés Chino en alejarse de Maduro y apoyar un transición de poder es el enfoque evolutivo de China hacia las relaciones con otros países en desarrollo. En los últimos años, algunas analistas han sugerido que China ha estado reevaluando cautelosamente su política de no-intervención en los asuntos internos de otros países. Un ejemplo ampliamente citado es el apoyo que China prestó hacia las sanciones de las Naciones Unidas sobre el gobierno de Libia en 2011. Matt Ferchen, un investigador en el centro Carnegie-Tsinghua para la política global, ha escrito que China “puede estar ya alejándose de una adherencia rígida a su política de no-injerencia, y cada vez más esta encontrado que sus propios intereses nacionales podría requerir nuevas formas de participación o compromiso en los asuntos internos en otros países, incluyendo a Venezuela.”

Nada de esto debería sugerir que China está remotamente interesada en confrontar el gobierno venezolano de una manera pública y directa. Por el momento, China ha calculado que los beneficios de tener Maduro en el poder superan los riesgos. Como ha observado Robert Evan Ellis, gracias a los esfuerzos chinos por restringir el crédito a Venezuela en los últimos años, “su exposición de la deuda pendiente en Venezuela puede ser tan poco como $10-20 mil millones, no vale la pena arriesgar su relación con un régimen estratégicamente útil sentados encima de 300 mil millones de barriles de aceite recuperable”.

Sin embargo, las diferencias entre el enfoque chino y la de Rusia hacia la crisis venezolana sugiere que el apoyo chino hacia Venezuela no puede ser descontado. En el futuro, es probable que el gobierno chino sea un aliado más flexible para Maduro.

 

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