WOLA: Advocacy for Human Rights in the Americas

(AP Photo/Cedar Attanasio)

28 Apr 2022 | Análisis

Veeduría Fronteriza: Monitoreando la conducta y rendición de cuentas en agencias fronterizas de EE.UU.

Durante más de una década de investigación e incidencia en torno a seguridad, migración y derechos humanos en la frontera entre Estados Unidos y México, es mucho lo que el personal de WOLA ha aprendido y escuchado sobre las agencias de aplicación de la ley de nuestro gobierno: la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (Customs and Border Protection, CBP) y su Patrulla Fronteriza.

Algunas de las cosas que escuchamos son positivas. Como que los agentes de la Patrulla Fronteriza y los oficiales de  CBP arriesgan sus vidas tratando de rescatar a los migrantes de ahogarse o deshidratarse. Oímos hablar de agentes y oficiales que retribuyen a sus comunidades. En algunos casos, oímos que procesan con eficiencia y sensibilidad a los solicitantes de asilo. Oímos que responden a llamadas de emergencia, o que reúnen información sobre la delincuencia organizada transnacional. Aunque son varios los elementos de la estrategia general que cambiaríamos, los agentes suelen ser dedicados y honorables, y tenemos en alta estima a muchos de los que hemos conocido.

Pero hay un lado oscuro. También escuchamos muchas cosas que nos preocupan. Nos llegan a través de los medios de comunicación, de socios no gubernamentales en la frontera, de las propias personas migrantes, de antiguos funcionarios y, en ocasiones, de las propias declaraciones de agentes y funcionarios. Gran parte de lo que hemos aprendido nos recuerda comportamientos y patrones que hemos visto en otros lugares de nuestro trabajo en América Latina que son típicos de poderosas fuerzas militares y policiales de la región, que han abusado de los derechos humanos con impunidad.

Nos enteramos de agentes y funcionarios que hacen un uso indebido de la fuerza letal, realizan peligrosas persecuciones en vehículos, que infligen sufrimiento a los inmigrantes detenidos, que separan a las familias, que exponen a personas vulnerables al peligro, que confiscan dinero en efectivo, documentos de identidad y otras pertenencias. Sabemos que hacen perfiles raciales y que utilizan un lenguaje abusivo, entre muchas otras cosas. Cuando ocurren estos comportamientos, las quejas públicas no suelen resolverse, y el organismo de asuntos internos y los inspectores generales emiten pocas sanciones significativas. Aunque creemos que la gran mayoría de los oficiales de CBP y los agentes de la Patrulla Fronteriza son honorables y están comprometidos con su misión, también oímos que protegen a sus colegas abusivos, generando bloqueos a la supervisión, como si hubiera un “muro de silencio” —un fenómeno extremadamente común en las agencias de aplicación de la ley, en todos los niveles—.

Seguimos enterandonos de todas estas señales de una cultura problemática en CBP y la Patrulla Fronteriza. Es una masa dispersa de elementos erráticos, dispersos como piezas de rompecabezas, algunas olvidadas. El personal de WOLA sintió la necesidad de capturar todo esto de lo que se ha venido enterando y durante gran parte del año pasado estuvimos registrando todas las denuncias creíbles a las que hemos tenido acceso. Construimos una base de datos de eventos en la frontera, a partir de 2020.

Te invitamos a recorrer este recurso en borderoversight.org, una página de Internet independiente de WOLA. Además de la base de datos de Veeduría Fronteriza, puedes encontrar una biblioteca con casi 300 informes sobre la frontera desde 2020: de WOLA y otras ONG, de fuentes oficiales del gobierno y de reportajes en profundidad de los medios de comunicación. También puede explorar nuestra colección de 50 infografías actuales que ilustran las tendencias fronterizas, desde las nacionalidades de los migrantes hasta las incautaciones de drogas.

El resultado hasta ahora nos muestra que el “lado oscuro” de las agencias fronterizas estadounidenses es realmente grande. La base de datos Veeduría Fronteriza es un documento vivo sujeto a actualizaciones constantes, pero en el momento de su lanzamiento cuenta con mas de 200 entradas. Cada una de ellas es una descripción en lenguaje sencillo de lo ocurrido, con cuidadosas citas y enlaces a todos los documentos bibliográficos. La hemos organizado para que quien acceda pueda rastrear los sucesos según (a) tipos de abuso o comportamiento inapropiado; (b) áreas geográficas donde ocurrieron; (c) agencias presuntamente responsables; (d) características de las víctimas; y (e) estatus del proceso para responsabilizar a los presuntos abusadores.

La palabra “base de datos” suena fría y aséptica, pero lo que hemos creado seguramente provocará una respuesta emocional. Es difícil pasar demasiado tiempo explorando la base de datos de Veeduría Fronteriza de WOLA, porque molesta. Es doloroso saber que este tipo de eventos ocurren en suelo estadounidense, con semejante frecuencia y tan escasa responsabilidad. Entre las mas de 200 entradas:

  • En agosto de 2021, al anochecer, en las afueras de Eagle Pass (Texas), un salvadoreño que, al parecer, se había mostrado “indisciplinado”, dejó de reaccionar mientras estaba encadenado. Murió “en el capó de un vehículo cercano de la Patrulla Fronteriza”.
  • En junio de 2021 un agente disparó una bala de pistola de 9 milímetros contra un vehículo en Nogales, Arizona. La bala penetró el cráneo de una mujer mexicana que estaba en el asiento trasero, quien sobrevivió, pero fue deportada sin siquiera llegar a hablar con un investigador.
  • En enero de 2021, en Hidalgo (Texas), agentes dispararon y mataron a un migrante cubano que salió del Río Grande sosteniendo una piedra. Su compañero lo calificó de “asesinato”.
  • Una diplomática estadounidense de raza negra que había sido asignada al consulado de EE.UU. en Ciudad Juárez describió que con regularidad era víctima de ser racialmente perfilada por agentes del CBP cada vez que cruzaba a El Paso. La respuesta de la Oficina de Responsabilidad Profesional de la CBP tomó 18 meses.
  • Datos recopilados por la Unión Americana para las Libertades Civiles (American Civil Liberties Union, ACLU) y reproducidos por el New York Times muestran que 21 personas murieron en colisiones de vehículos en 2021 después de que los agentes de la Patrulla Fronteriza los persiguieran a alta velocidad, lo que representa un aumento de 14 frente a 2020 y un promedio de 3,5 por año de 2010 a 2019.
  • Hemos registrado muchos ejemplos de agentes que decían a los solicitantes de asilo que los trasladaban para tramitar el asilo y reunirse con sus familiares en Estados Unidos, cuando en realidad los expulsaban a México o por vía aérea de vuelta a Haití.
  • También, hemos recopilado ejemplos de agentes que dijeron a los solicitantes de asilo que estaban siendo transportados para ser procesados ​​por asilo y que se reunirían con sus familiares en Estados Unidos, cuando en realidad los estaban expulsando a México o de regreso a Haití.
  • En respuesta a los informes, la Oficina de Responsabilidad Profesional de CBP abrió 516 investigaciones sobre incidentes de uso de fuerza en 2020, 17 de ellos por uso de fuerza letal. De los pocos casos de uso de la fuerza que se cerraron con un resultado disciplinario, uno resultó en la destitución, dos en amonestaciones y cinco en asesoramiento.

La base de datos de Veeduría Fronteriza de WOLA está lejos de ser exhaustiva. Los migrantes liberados de custodia no siempre pueden encontrar a alguien dispuesto a grabar su testimonio, incluso cuando están dispuestos a hablar de lo que les sucedió. Sólo en unos pocos lugares de la frontera hay organizaciones, refugios, personas defensoras o periodistas que registran sistemáticamente este tipo de sucesos o acompañan a las víctimas. Nuestra base de datos muestra más sucesos en algunos sectores fronterizos que en otros y esto no implica necesariamente que esos sectores sean “peores”: lo más probable es que allí haya una mejor información no gubernamental.

Lo anterior, genera preocupaciones de que lo que aparece en la base de datos de Veeduría Fronteriza sea sólo la punta de un gran iceberg. Aunque probablemente hayamos captado los abusos más graves, como las muertes, estamos seguros de que nos quedamos cortos en recopilar información de los abusos “cotidianos” que apuntan a problemas de cultura organizativa. La base de datos de WOLA contiene un flujo constante de relatos sobre condiciones miserables y malos tratos bajo custodia; sobre como se niegan alimentos, agua y atención médica; sobre la retención de objetos personales y documentos; sobre deportaciones peligrosas o inapropiadas; sobre como las súplicas de protección de los migrantes amenazados son ignoradas (y en ocasiones disfrutadas); sobre el uso de un lenguaje abusivo; sobre cómo se miente o engaña deliberadamente a personas migrantes; casos sobre discriminación racial y uso letal de la fuerza.

La base de datos también hace un seguimiento de la rendición de cuentas, aunque la información sobre los resultados de las investigaciones es escasa. Hemos encontrado muy pocos ejemplos de consecuencias de las acciones aquí descritas. El sistema de supervisión interna del Departamento de Seguridad Nacional (Department of Homeland Security, DHS) parece demasiado abrumado, lento o reacio a seguir el ritmo del flujo constante de denuncias. Tres de sus organismos (el Inspector General del DHS, la Oficina de Derechos y Libertades Civiles del DHS y la Oficina de Responsabilidad Profesional del CBP) tienen responsabilidades que se solapan, presupuestos y personal insuficientes, y que se han visto obstaculizados por batallas internas y una falta de apoyo político externo, lo que se traduce en una probabilidad muy baja de que se produzcan consecuencias, y que probablemente contribuye a los preocupantes patrones de comportamiento.

El Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes descubrió que el CBP impuso castigos muy inferiores a los recomendados a los agentes que publicaron imágenes y mensajes racistas, sexistas y violentos en un controvertido grupo interno de Facebook. Los investigadores del Inspector General del DHS confirmaron que un “Equipo de Respuesta Táctica contra el Terrorismo” del CBP, de carácter secreto, había iniciado investigaciones contra muchos ciudadanos estadounidenses, incluidos periodistas, sin ningún vínculo imaginable con el terrorismo. Se descubrió que los “Equipos de Incidentes Críticos“, una estructura secreta de la Patrulla Fronteriza, realizaron investigaciones paralelas de “encubrimiento” de incidentes de uso de la fuerza, recopilando información para exonerar a los agentes acusados.

Con 60.000 miembros, el CBP es la mayor agencia policial federal de Estados Unidos. Donald Trump trató de utilizarla en nuevos contextos y politizados en todo el país. Los líderes políticos de ambos partidos proponen con frecuencia aumentar aún más su presupuesto y su plantilla, que se quintuplicó entre 1992 y 2012. La preocupante información de nuestra base de datos muestra lo urgente que es detenerse y reevaluar la cultura organizativa del CBP y la Patrulla Fronteriza, en lugar de ampliarlas más.

Es probable que muchos factores hayan contribuido al desarrollo de una cultura tan permisiva con los abusos. Se habla de una historia “vaquera” o “paramilitar” de una agencia concebida como cazadores de inmigrantes que trabajaban en zonas remotas donde nadie les vigilaba. Algunos analistas han escrito sobre los orígenes racistas de la Patrulla Fronteriza en la década de 1920. Oímos hablar de una agencia que creció muy rápido entre los años 90 y 2000, especialmente después de los atentados del 11 de septiembre. Oímos hablar de una agencia que se creó, junto con el DHS, en 2003, sin su propia capacidad de asuntos internos, que desde entonces ha tenido que construirse sobre la marcha. Nos enteramos de que es una agencia que no se ha adaptado al cambio repentino de los últimos 10 años en el perfil de un inmigrante típico, que pasó de ser un adulto solo que busca evitar la captura, a un niño o una familia que busca entregarse y que requiere de un proceso de asilo. Vemos una reticencia a realizar la supervisión necesaria entre los líderes políticos que profesan venerar la aplicación de la ley.

Muchas de estas causas representan fallas de gestión. Algunas son fallas políticos. A lo que WOLA no ha podido acceder es a información detallada sobre la formación del personal, y de los tipos de visiones del mundo que comparten desde lo académico, hasta cómo se comportan cuando están juntos. Existe poca visibilidad sobre los atributos y comportamientos que hacen que los agentes sean promovidos y mejor pagados, y cuáles hacen que los agentes sean condenados al ostracismo y la marginación. Aunque sí tenemos una idea de lo que parecen ser fuertes incentivos para guardar silencio  y agachar la cabeza, incluso cuando el agente es una víctima, como en los casos de acoso sexual. También sabemos de algunos de los obstáculos a los que se enfrenta el personal de supervisión que de otra forma haría un trabajo más enérgico.

WOLA espera tener más discusiones sobre los orígenes de esta cultura organizacional en los próximos meses, utilizando la base de datos de Veeduría Fronteriza como herramienta. Esperamos que esta herramienta y estas discusiones añadan un nuevo impulso constructivo a un cuerpo ya rico de trabajo sobre las posibles soluciones, incluyendo importantes contribuciones de la Coalición de Comunidades de la Frontera Sur, la ACLU, la Iniciativa de la Frontera Kino, el Consejo Americano de Inmigración, el Proyecto de Supervisión Gubernamental, y otros. Ese impulso, a su vez, debe conducir a una estrategia para superar los obstáculos en el camino para detener los comportamientos que hemos documentado aquí, y evitar que resurjan —independientemente del partido político que esté en el poder—.

La necesidad de una reforma es clara. El costo humano es demasiado alto para mantener la crisis en la cultura institucional de CBP y la Patrulla Fronteriza por fuera de la agenda. Nos corresponde a los miembros de la sociedad civil organizar, investigar y hacer todo el ruido que podamos. El Congreso, mientras tanto, puede mejorar sus esfuerzos de supervisión: realizar más investigaciones, más audiencias, más solicitudes de información y considerar reformas para mejorar los incentivos y la rendición de cuentas.

Creemos que la mayoría de los agentes y oficiales son básicamente buenas personas que comprenden las complejidades de la gestión de una frontera que cambia rápidamente. Lo hacen cada día. Esperamos que ellos también se sientan frustrados por la regularidad ensordecedora de las denuncias —tan graves como cotidianas— de abusos cometidos contra personas vulnerables. Existe un problema real y tenemos que entablar un diálogo real sobre cómo solucionarlo.

WOLA agradece a las organizaciones de la frontera que trabajan con asiduo para cumplir con su deber, como ciudadanos, de supervisar a aquellos en quienes hemos confiado para que nos protejan. La base de datos de Veeduría Fronteriza cita con frecuencia el trabajo de grupos como la Iniciativa Fronteriza de Kino en Arizona; la Red de Derechos Humanos de la Frontera y la ACLU de Texas en El Paso; la Alianza de San Diego; y grupos nacionales como Human Rights First y la Coalición de Comunidades de la Frontera Sur. Agradecemos también a los periodistas de investigación de medios como ProPublica, el Texas Tribune, el Rio Grande Valley Monitor, el San Diego Union-Tribune y otros medios nacionales y locales. Estamos agradecidos por el trabajo que hacen a lo largo de la frontera todo el tiempo, normalmente con poco financiamiento y escasa gratitud. Nos gustaría que hubiera más de ellos, y que tuvieran más recursos.